Democracia y “Congresito”

El presidente Santos ha venido perdiendo credibilidad en la opinión pública. Tantas han sido sus contradicciones, sus cambios de parecer, que basta cualquiera de sus aseveraciones, o de sus funcionarios, para que inmediatamente sean puestas en duda. Las negociaciones de “unos pocos meses” llevan ya tres años: la aseveración de que solo habría cese bilateral de hostilidades cuando se firmara un acuerdo, ya dejo de tener vigencia y este rige en la práctica; los mentados acuerdos logrados a la fecha en Cuba resulta que tienen 29 “salvedades”; lo que se creyó era un plazo de cuatro meses para terminar las negociaciones, resulta que es solo una fecha para “evaluar los avances”; habrá “un juicio, una condena y la condena conduce a una pena… (pero) no serán barrotes y piyamas de rayas, eso no creo que sea factible ni posible”; no solo los miembros de las Farc deben ser juzgados; etc.

Las negociaciones de La Habana se convirtieron en un ejercicio mediático de las Farc que las aprovechan al máximo para obtener ventajas tácticas y para publicidad, ahora, por ejemplo, piden audiencia con el Papa Francisco cuando este visite a Cuba el próximo mes. La última encuesta, de la revista Semana, indica que, a pesar de los miles de millones gastados en publicidad para hacer creer que quien critique lo que sucede en La Habana es enemigo de la paz, Santos solo tiene un 29% de aprobación y que más del 50% de los colombianos no cree en el llamado proceso de paz. El Presidente había dicho que cualquier acuerdo se sometería, vía referendo, a la decisión de los colombianos, también se dijo que podría ser el Congreso el que debía aprobarlo, pero ante la aparente oposición pública a un acuerdo con las concesiones que se vislumbran, el Presidente, fundadamente, teme que estas fórmulas le fracasen y ahora lanza la idea de un “congresito”, es decir, de modificar arbitrariamente nuestras instituciones democráticas plasmadas en la Constitución para que el Presidente escoja a dedo una camarilla, con participación de miembros de lasFarc, para que asuma prerrogativas de un legislativo en funciones y apruebe y desarrolle el eventual acuerdo de Cuba. Implica igualmente el Presidente que la forma de refrendación está sujeta a discusión en La Habana, es decir, todo es ad referéndum de Timochenko.

El Partido Liberal, mediante su director Horacio Serpa (de samperista recordación), va más allá y relanza la propuesta de las Farc de una Asamblea Constituyente, probablemente para modificar la Constitución a semejanza de la chavista, introduciéndole lo que se acuerde en Cuba, donde se pacta nuestra nueva Constitución. El país debe estar alerta ante estas iniciativas que, sin darnos cuenta, podrían convertir a Colombia en un régimen similar al de la dictadura “bolivariana.”

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