La crueldad del régimen de Maduro ha despertado en Colombia vigorosos sentimientos de solidaridad y unidad, que van más allá de la frontera.

Nicolás Maduro, delirante y brutal, tras los últimos improperios proferidos contra los colombianos a ritmo de su particular interpretación de 'La pollera colorá', emprendió viaje a Oriente, dejando en medio del caos y el dolor a nuestros compatriotas de frontera. Y mientras Maduro sonríe desafiante desde Hanoi, la situación de las víctimas del despiadado abuso de fuerza del Estado venezolano es cada vez más dolorosa.

Aunque tardíamente, parece que el presidente Santos ha entendido la magnitud de la tragedia de nuestros compatriotas y ha forzado un giro en su política sumisa frente a Maduro y displicente frente a los deportados, que se cuentan por miles desde hace varias semanas. Dicen que más vale tarde que nunca.

Resultó dramática la ausencia del Gobierno colombiano en defensa de nuestros compatriotas durante los primeros días de esta tragedia, tal como lo registré en mi anterior columna, con fundamento en las imágenes de los canales de televisión, gracias a las cuales el país se enteró de las prácticas nazis, de la crueldad contra los nuestros y de la precariedad del apoyo gubernamental.

Nuevamente, Álvaro Uribe les llegó primero, les puso la agenda y los forzó a tomar decisiones. Imagino que el patético contraste entre sus ministros abucheados y el expresidente aclamado en la frontera aceleraron su rectificación.

Por su parte, los expresidentes Andrés Pastrana y César Gaviria les pusieron los puntos sobre las íes, con firmeza y claridad, tanto a Maduro como a Santos, interpretando bien el dolor colectivo y la indignación que embargaban a millones de colombianos mientras el Gobierno callaba y muchos dirigentes importantes de la izquierda, acompañados por Ernesto Samper, apoyaban a Maduro.

Pero, decía, en buena hora Juan Manuel Santos ha rectificado. Y creo que lo ha hecho bien. Prueba de ello es que todos los partidos políticos, incluyendo el Centro Democrático, suscribieron el viernes una declaración de apoyo al Presidente en la que invitaron a los colombianos a “acompañar las decisiones adoptadas en las últimas horas” y confiaron en que “la diplomacia con firmeza es el camino adecuado para llevarnos a una solución eficaz…”.

He ahí, justamente, la inmensa oportunidad que tiene Juan Manuel Santos.

Y es que esto va para largo. La situación de Maduro es desesperada por la ruina a la que su régimen condujo a Venezuela, por la inminencia de las elecciones, por las tensiones internas derivadas de corrupción y narcotráfico, por el fantasma del cartel de los soles, que ha cobrado vida en la zona de frontera. Es poco probable que esto mejore antes de las elecciones venezolanas.

Para hacerle frente con eficacia, empezando por la atención a todas las víctimas, se requiere de una verdadera unidad nacional. Si Juan Manuel Santos deja la miopía que lo ha llevado a descalificar a quienes de buena fe hacen observaciones pertinentes al proceso de paz, y si se supera el contraste entre el trato obsecuente que reciben los guerrilleros y las descalificaciones sectarias con las que se refiere a sus opositores en democracia, se podrá avanzar en este camino.

Del otro lado ya se han dado los primeros pasos. El propio Uribe abrió la puerta y, en los términos ya referidos, su vocero, el senador Iván Duque, firmó el acta con una voz de apoyo al presidente Santos. Es un paso monumental para sortear con éxito esta peligrosa amenaza externa y para hacer frente, unidos, a todas las tempestades subsiguientes.

Ojalá así lo entiendan en la Casa de Nariño y se abra un escenario sereno y constructivo para debatir y estudiar no solamente las estrategias de frontera, sino también las condiciones admisibles para suscribir un acuerdo de paz y para rectificar las equivocadas medidas que profundizaron los impactos negativos de la caída de los precios del petróleo en la economía colombiana. Ojalá.