Se desescala la economía

Pueda ser que en la asamblea de la Andi que mañana se instala en Cartagena, su presidente tenga la decisión de plantearle al Gobierno, que allí estará, las difíciles situaciones que no solo pasa la industria nacional, sino la economía en general. Que sea un examen riguroso, con Santos de cuerpo presente, sobre las dificultades que atraviesa el país, en vez de escucharse discursos cortesanos y eufemísticos que tanto les gustan a los mandatarios.

La economía no va bien. Hace pocos días algunos ilusos creían que la acelerada devaluación del peso frente al dólar y la “reorientación de la producción hacia las exportaciones y a la sustitución de importaciones”, contrarrestarían el cuantioso déficit de cuenta corriente. Hoy la devaluación supera el 50 % mientras las exportaciones caen el 40 %. La brecha es grande.

Aquí en Colombia, por lo general, tenemos mala retentiva. Por eso los jefes de Estado y ministros se contradicen porque saben que la memoria sobre las cifras vaticinadas de crecimiento son frágiles. Y así se pueden dar el lujo de predecir y equivocarse sin que nada pase. Si bien es cierto que la economía no es ciencia exacta, también lo es que hay un margen de error para los pronósticos sin caer en la temeridad.

Empezó el año calculando el Emisor que la economía crecería un 4,5 %. Muchas empresas hicieron sus presupuestos ajustándose a esta cifra. Luego se bajó al 3,6 %. Posteriormente en mayo se “desescaló” al 3,2 %. Y la semana pasada la motilada la llevó al 2,8 %. Seguramente en estos cinco meses que faltan para culminar el año, coincidirán las autoridades oficiales con los pronósticos de Merryl Linch que la afora en el 2 %.

Con semejante panorama se desenvuelven las expectativas sobre los compromisos que sigue adquiriendo el Gobierno para lograr tapar huecos fiscales y financieros que a diario le aparecen en las más variadas actividades públicas. La salud está en crisis, lo mismo que la educación, el agro, la justicia. La industria de capa caída. Y según el periódico La República, “ahora se sienten los despidos de trabajadores en las empresas”, con el agravante de que la inflación podría estar entre el 4 y el 5 %, situación que se tragaría el promedio de reajustes salariales de este 2015.

Es la hora que no se sabe a ciencia cierta cuánto costará el posconflicto y cómo se irá a financiar. ¿Acaso con más impuestos? ¿Acaso con más deuda externa, cuando esta supera los 300 billones de pesos, y pide el Ejecutivo facultades al Congreso para endeudarse más?

Es un compromiso y obligación del Congreso debatir acerca de estos interrogantes, corporación que si bien a través del Senado hizo el examen sobre las implicaciones políticas del proceso de paz, no les ha metido el diente a los costos que tiene su protocolización y sostenibilidad para que no se malogren tantas ofertas entre esperanzadoras, descabelladas y lógicas.

¿Podrá el incienso ahogar en Cartagena los reclamos de los que son empresarios eficientes que luchan a diario para sobrevivir teniendo un Estado de contraparte?.

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