Vergüenza

Perdón, qué vergüenza”. Con estas palabras me recibió una profesional de la salud, venezolana, que ejerce en Colombia. ”Ese señor Maduro, no nos representa a nosotros los venezolanos, que queremos tanto a Colombia”.

Sí. Eso sienten los venezolanos, vergüenza, mientras aquí crece el estupor y la indignación.

La diplomacia del Gobierno colombiano a los ojos de Maduro es debilidad y sumisión, y a los ojos de los colombianos entrega. La diplomacia no es aceptar la humillación. Firmeza también es diplomacia. Auto-respeto es diplomacia. Poner límites al agravio también es diplomacia.

La pregunta es si el precio de mantener un  proceso de paz es poner en riesgo la seguridad nacional.

¿Es concebible que, en aras de proteger un proceso de paz, se sacrifique la dignidad de los colombianos, sus derechos humanos y la soberanía en nuestras fronteras?

¿Debe seguir siendo Maduro el mandatario de confianza del gobierno Santos para conocer los secretos de la negociación con las Farc, que le ha sido vedado hasta a la clase dirigente de nuestro país? ¡Por Dios! ¿Para quién es garante Maduro, para el proceso o para las Farc?

Las declaraciones de Ernesto Samper, Piedad Córdoba e Iván Cepeda producen dolor de Patria. Su “justificación” de las acciones de Maduro es imperdonable e irrepetible. Este visible y torpe atropello deja muy claro el panorama político. ¿Cuál es la posición de las Farc? Deberían pronunciarse sobre de qué lado están, para ir visualizando el país que tendremos a futuro.

Toda afrenta tiene un límite. Y parece que los límites los pondrá la opinión pública colombiana. Este mal manejo llevará a un desplome de  la credibilidad del gobierno, en un momento en que éste busca con apremio restablecer la confianza perdida. La pasividad de la canciller Holguín, ante la desfachatez de las declaraciones de la canciller venezolana, fue realmente lamentable. No sólo no condenó los atropellos a los colombianos expulsados, sino que guardó silencio ante las acusaciones a la prensa de manipulación mediática y falsedad. Ni una condena por la humillación y violación a los derechos humanos de los colombianos deportados en condiciones degradantes. ¿Por qué no se lee el artículo de El País, de España? En este se atribuye lo sucedido a un enfrentamiento entre la Guardia Nacional y el Ejército venezolano por el control del narcotráfico en la zona.

Las declaraciones de Santos, citando al expresidente López, ”la pelea es pensando” parecerían sensatas, pero sí  eso cree ¿qué hizo todos estos años inflamando y polarizando los ánimos al interior del país y graduando a la oposición de enemiga? Han jugado con fuego al incendiar los ánimos en Colombia. Ese tipo de polarización  ha envalentonado  a Maduro para insultar a  Álvaro Uribe. Cree contar con el beneplácito de Santos. En buena hora el Senado, por unanimidad, reaccionó y pidió respeto para el expresidente. Se produjo el efecto bumerán. Se le olvidó al presidente Santos, que un día él será expresidente y seguramente también víctima de un gobierno de la tendencia que ahora promueve.

Si “la pelea es pensando", buen principio sería consolidar el frente interno para preservar nuestra maltrecha democracia.

En este delicado momento de nuestra historia se realinderan las fuerzas políticas. El tono, paradójicamente presidencial y pausado de Uribe, denunciando atropellos en la propia zona caliente, lo fortalece y lo hace víctima de la persecución de Maduro. El talante emancipador del expresidente César Gaviria, disputándole a Uribe el liderazgo al frente de la indignación nacional, contrastan con la orfandad que produce la pasividad complaciente del Gobierno.

Si seguimos con esta diplomacia de la sumisión, bastarían unos movimientos similares en las fronteras con Ecuador y Nicaragua, para que Colombia quede en jaque.
Nuestra diplomacia no puede seguir siendo rehén del proceso de paz.

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