Indolencia

El drama que viven los cientos de familias que arbitrariamente han sido expulsadas por el régimen dictatorial venezolano es cada vez más indignante. El cinismo con el que Maduro ha manejado el asunto no se soluciona con los pañitos de agua tibia que le hemos visto a la canciller colombiana María Ángela Holguín.

Acrecienta nuestra indignación lo dicho en las ultimas horas por el sátrapa venezolano quien, sin tartamudear, le ha solicitado al Secretario General de la ONU que haga lo que le corresponda “para evitar el éxodo masivo de colombianos a Venezuela”.

Resulta inadmisible que se engañe de esa forma a las Naciones Unidas, ente que ha sido tristemente pasivo frente a la tragedia que padecen nuestros connacionales. Ni una palabra ni expresión enérgica de condena hemos oído por parte del organismo multilateral frente a la demolición inhumana de las casas de los colombianos residentes en la frontera. Nada ha dicho el Secretario General respecto de las deportaciones que se han llevado a cabo, muchas de ellas de personas que según la misma ACNUR  tienen el carácter de refugiados, lo que los convierte en protegidos por el derecho internacional.

No podemos soslayar el drama de ni uno solo de los expulsados, ni minimizar el dolor que están experimentando, ni mucho menos estratificar a las víctimas, pero  considero que especial atención merecen los niños que están siendo maltratados  por las fuerzas armadas al servicio del régimen despótico de Maduro.

Rechazo la falta de acción por parte del Gobierno Nacional para proteger a aquellos menores que han sido agresivamente separados de sus madres, quedándose ellos en territorio venezolano y aquellas deportadas a Colombia. Esa arbitrariedad habría merecido una respuesta más contundente que las sonrisas que le vimos a la canciller durante el último encuentro con su homóloga venezolana en Cartagena.

Una vez más el Gobierno exhibe una actitud inferior a la magnitud de las circunstancias, cuando de proteger a los niños colombianos se trata.

Me gustaría saber, por ejemplo, qué ha hecho o dicho nuestro Gobierno frente a la catástrofe humanitaria que padecen aquellos menores que en los departamentos fronterizos con Venezuela son reclutados por las Farc para luego ser llevados al vecino país. Ellos, pareciera, no  revisten  ninguna importancia para Santos y sus funcionarios.

La situación de los menores no se soluciona con anuncios demagógicos como los que le hemos escuchado a la ministra de Educación, quien cree que entregando un ‘kit’ escolar  y un par de zapatos mitiga la tragedia de los niños deportados de Venezuela. No doctora Parody, este no es momento de hacer el proselitismo que a usted tanto le seduce. Lo que le correspondería a usted, si fuera una funcionaria responsable, es implementar una política seria frente a los menores en cuestión.

Ningún colombiano puede ser indiferente frente a la tragedia de los niños. Compungen  el corazón las imágenes de ellos cruzando el río, aferrados a unos pocos juguetes o a sus mascotas. No podemos permitir que un gobierno extranjero tambaleante, corrupto y criminal utilice a nuestros menores como pretexto para desviar la atención.

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