Todo por una tajada

Al final, el Estado no es más que una torta de la que todo el mundo quiere sacar tajada por las buenas o por las malas.

En menos de dos meses los colombianos hemos sido testigos de escándalos asociados al sector público que tienen por lo menos tres elementos comunes: 1) todo es cuestión de plata, 2) todo se hace conforme a las leyes existentes y 3) ninguna de esas situaciones va a cambiar nunca de verdad.

Primero fue la historia de las megapensiones de los exmagistrados y excongresistas que siguen sin techo fijo, luego vino la polémica por los aumentos salariales de los parlamentarios y finalmente la investigación de los contratos de la Fiscalía que, como bien dijo Cecilia Orozco en su última columna de El Espectador, puede aplicarse a casi todas las entidades estatales con hallazgos igualmente vergonzosos.

Llega la indignación pasajera, corren los ríos de tinta en los principales medios de comunicación y, en tiempos de redes sociales, las tendencias de Twitter y los ‘me gusta’ de Facebook pululan frente a cada mensaje que pide la renuncia de este o aquel funcionario y que califica de verdadera porquería todo lo que hacen nuestros políticos.

Mientras tanto, se oyen las propuestas de los mismos románticos de siempre: hay que ponerle topes a las megapensiones, hay que rebajarle el sueldo a los congresistas y hay que acabar las nóminas paralelas en las instituciones del Estado de una vez y para siempre.

Sin embargo, para cada una de esas loables pretensiones hay una respuesta sistemática: el diseño institucional de este país fue tan cuidadosamente hecho que las mismas trampas para evadir las más duras disposiciones están incorporadas en nuestros propios textos legales. Así, frente a una decisión de la Corte Constitucional para frenar las megapensiones, aparece otra de un alto tribunal como el Consejo de Estado para contradecirla y mantener el statu quo. ¿Choque de trenes? No. Realismo mágico convertido en ley.

¿Y quién puede frenar acaso el aumento desproporcionado de los sueldos de los altos funcionarios del sector público? Pues los mismos que engordan sus bolsillos mes tras mes. ¿Cambiarían los congresistas esa realidad para afectarse a sí mismos? Seguramente no. Ya tuvieron la oportunidad de donar a los deportados en la frontera un aumento retroactivo que recibieron de 9 millones de pesos y sólo tres parlamentarios aceptaron hacerlo, ¡imagínense ustedes si van a acceder a la propuesta de la representante Angélica Lozano de disminuirse un 10 por ciento de sus remuneraciones!

Y llegamos finalmente al escándalo de la hora: los contratos del fiscal. Recuerden ustedes los tres elementos en común de estas historias que citamos al inicio de la columna: 1) todo es cuestión de plata y en el caso del doctor Montealegre, ¡de mucha plata! (44 mil millones de pesos en contratos desde el inicio de su periodo). 2) Todo se hizo conforme a las leyes vigentes: ninguna norma le impide la contratación directa al fiscal y como no tiene quién lo ronde, puede saltarse las citaciones del Congreso sin que nada le pase. Y 3) nada va a cambiar porque nadie se lo va a hacer cambiar y porque él mismo ha dicho que si tiene que seguir firmando contratos a borbotones lo hará hasta el final.

En marzo llegará otro fiscal. Los nombres de los contratistas seguramente serán distintos pero todo seguirá igual. Habrá amigos periodistas y ‘enemigos’ columnistas a los cuales intimidar y la cuadrilla de abogados de esos que usan las cortes no como punto de llegada sino de partida para hacerse ricos a punta de contratos públicos, continuará.

Al final, el Estado –como dice un reconocido economista de este país– no es más que una torta de 200 billones anuales de la que todos quieren su tajada por las buenas, por las malas o por las regulares. ¡Da igual!

***

A propósito de mi pasada columna (¡No más ternas de uno!) recibo un mensaje del doctor Alejandro Linares, candidato a la Corte Constitucional aclarando que no se han hecho comidas en su honor auspiciadas por el señor fiscal. Con todo el respeto que me merece, sigo creyendo que esta es la oportunidad perfecta para una terna de competentes mujeres entre todas las buenas candidatas que se inscribieron ya.

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