Comiéndole cuento al Wahington Post

Tenemos que acabar con el vicio de pensar que porque algo se publica lejos y en inglés automáticamente tiene sustancia y es relevante.

El artículo reciente de Nicholas Miroff en el Washington Post sobre el cultivo de coca en Colombia desconoce toda la evidencia científica publicada en revistas arbitradas internacionales, que demuestra la inutilidad de la aspersión aérea de cultivos ilícitos. Da vergüenza que volvamos reportajes extranjeros sin fundamento parte de la conversación nacional.

El artículo abre afirmando que el aumento reciente en el cultivo de coca está borrando “uno de los logros más destacables de la política antinarcóticos de EE.UU.” Después asegura que “la aspersión aérea financiada por EE.UU. jugó un papel decisivo en la reducción del cultivo de coca en Colombia de 170.000 hectáreas en 2000 a menos de 49.000 en 2012”.

Pero hablar de grandes logros de política antidrogas de EE.UU. en Colombia es problemático, dado que la aspersión de cultivos ilícitos, uno de sus principales componentes, es y siempre fue inútil. Como lo han demostrado los estudios al respecto, asperjar lleva a un aumento neto en la cantidad de cultivos de coca, o, en el mejor de los casos, a una reducción de importancia trivial en términos prácticos.

Miroff cae en el error de confundir correlaciones con relaciones causales. Es como quien observa que un aumento en las ventas de salpicón en la playa coincide con un aumento en los casos de ahogamiento, se olvida de que el calor causa el alza en ambas variables, y concluye que hay que prohibir el salpicón para que la gente no se ahogue. Si uno se pone a jugar con los datos de aspersión y de cultivo de coca, se puede llegar a la conclusión que se quiera. Por ejemplo, en 2005, 2011 y 2014 hubo un aumento del total nacional de cultivos ilícitos tras un aumento de la aspersión aérea; y en 2008, 2009, 2010 y 2012 se vio una reducción en el cultivo de coca tras una reducción en la aspersión.

Barajar cifras así da para buenas conversaciones de cafetería, pero no puede ser la base de la política pública. Para eso se necesitan estudios econométricos que tengan en cuenta todas las variables pertinentes y hayan sobrevivido al proceso científico de revisión por pares. Afortunadamente, dichos estudios ya existen. Están el publicado por Moreno, Kraybill y Thompson en World Development en 2003; el de Dion y Russler (Journal of Latin American Studies, 2008); el mío propio en World Development (2014); el de Mejía, Restrepo y Rozo próximo a aparecer en el World Bank Economic Review; y otros. Ninguno de ellos encuentra que la aspersión haya llevado a una reducción importante en el cultivo de coca, ni que justifique el gasto, aún si se ignoran sus efectos ecológicos y de salud. Sobre todo, a ninguno le pasa por la cabeza que la estrategia antidrogas de Estados Unidos haya sido un éxito de política exterior.

Contacté a Miroff para saber si conocía estos resultados. Tuvo la cortesía de responderme, pero dejó en claro que no tuvo la iniciativa de buscar estudios sobre el asunto antes de escribir.

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