El plebiscito tramposo

Al delirante plebiscito sin un mínimo de participación que quieren imponer le basta un solo voto para quedar aprobado.

Solo como resultado del encuentro creativo y de la simbiosis cósmica de las tres mentes esclarecidas del señor Presidente de la República, de su Ministro del Interior y del senador Roy Barreras pudo ver la luz una criatura jurídica tan exótica y original como el primer plebiscito, en la historia constitucional y política, diseñado cuidadosamente para que las minorías se impongan a la hora de refrendar los acuerdos de paz.

Es tal el derroche de imaginación que la musa de la poesía constitucional ha llegado a poseer el alma del Gobierno, llevándola hasta el delirio innovador de diseñar un plebiscito despojado de todo umbral de participación, es decir, queridos lectores, un plebiscito en el que bastaría un voto, un único votante “por la paz de Colombia”, para concluir que el pueblo se ha pronunciado y ha emitido su veredicto refrendatorio de los acuerdos.

Y no importará, a fin de cuentas, lo que incorporen en los acuerdos, si la impunidad será absoluta o no, si a los guerrilleros de las Farc les van a dar La Habana por cárcel o no, si van a reparar víctimas o no, si van a regresar los niños reclutados a sus hogares o no, si dejarán el narcotráfico o no, si los responsables de crímenes de lesa humanidad podrán ser elegidos o no, si habrá constituyente o no, porque la fórmula es de todo o nada, lo tomas o lo dejas, y nuestro trío de luminosos videntes que anticipan el futuro prefiere ir tramitándolo ya, antes de conocer el desenlace de las negociaciones.

Con todo respeto, y sin pretender inmiscuirme en asuntos personales del fuero de los creadores de esta figura singular, yo, humildemente, les recomendaría acudir a todas las instancias pertinentes para garantizar la propiedad intelectual de la genialidad que han concebido. Es obra original de su propia cosecha, y sería muy injusto que mañana cualquiera de sus mejores amigos, un Nicolás Maduro, un Raúl Castro, una Cristina Kirchner pretendan copiarlo sin darles el crédito merecido.

Y es que, como en todas las grandes creaciones originales de la humanidad, se requiere perseverancia para ver fructificar sueños. En este caso, es tal el nivel de compromiso para sofocar y silenciar las mayorías que para llegar a proponerlo fue necesario que ellos pusieran conejo una y otra vez a la paz, al pueblo colombiano, a las Farc, a la comunidad internacional, a la mesa de Cuba… en fin.

Un conejito menos, un conejazo más serán solo una anécdota cuando retumbe el consabido pupitrazo parlamentario, aunque el camino no sea fácil porque, además de violar el espíritu de la Constitución, es necesario que modifiquen una ley estatutaria cuando la olla está raspada, cuando tienen que terminar el trámite de una reforma constitucional que sustituye y destruye los pilares de la Constitución vigente, cuando se desbarajustó la economía y se disparó la inflación, cuando ronda el fantasma del apagón y cuando decidieron clavarles unas tarifas injustas a los colombianos. Valientes que son, ¡medírsele a esto!

Todavía el Gobierno dispone de mayorías parlamentarias, de manera que pueden lograr la aprobación del proyecto. Ese no es el desafío. El enorme desafío es que el acuerdo de paz sea asimilado y acogido mayoritariamente por los colombianos en su corazón, en su razón política y en su vida cotidiana.

Solo así la paz podrá ser perdurable, profunda y sostenible, de tal manera que este esfuerzo colosal no se agote en fotos y anuncios, sino que logre una transformación real en nuestras condiciones de convivencia. Un plebiscito tramposo, con baja participación, no lo garantiza. Lo único que lo garantiza es una negociación justa y aceptable para los colombianos y la comunidad internacional cuya refrendación, esa sí, podría someterse a cualquier plebiscito con umbrales razonables de participación ciudadana. Sin duda.

Share on facebook
Facebook
Share on google
Google+
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn

Buscar

Facebook

Ingresar