Maquinaria de guerra

El gobierno de Venezuela es un mal chiste. Uno mortal. En plena crisis económica, cuando la escasez y la inflación logran sus topes históricos, Miraflores anunció la adquisición de una nueva flota de aviones militares Sukhoi, de fabricación rusa, por un costo de 480 millones de dólares. Al multimillonario encargo se le sumará la compra de un sistema de vigilancia “no tripulado” para la defensa de la frontera con Colombia y la renovación de un parque automotor del ejército que debe estar a la altura para “cumplir con su misión constitucional”.

El chavismo, esa mezcla mortal de ineptitud y corrupción, ha tenido desde sus inicios una obsesión con el aparato militar. No solo pretendían ser potencia regional desde los discursos, sino aparentarlo en los desfiles. Parecía algo medianamente razonable en los años de bonanza, cuando el petróleo coqueteaba con los 140 dólares el barril, pero ahora es una cachetada para una sociedad cuya moneda pierde poder adquisitivo con el pasar de las horas.

Maduro insiste en que la debacle de su país es el resultado de una guerra económica impulsada desde la derecha y, con la voz altanera de la megalomanía, dice que no dará marcha atrás a la renovación de su ejército. El anuncio se vende como una advertencia a las fuerzas extranjeras que pretenden desestabilizar el proyecto socialista, aunque para todos los demás resulta evidente que Venezuela, sin la intervención de ningún otro factor, se descompone por la incompetencia de su propio gobierno.

Pero la amenaza también va para la oposición interna. A un mes de las elecciones parlamentarias el chavismo ha tenido que reconocer que las votaciones serán una cuenta de cobro al desgobierno y es muy posible que, por primera vez en década y media, se pierdan las mayorías en el Legislativo.

Si no se hizo nada para evitar la crisis cuando gobierno y asamblea eran una aplanadora sin oposición, menos harán después con un parlamento en pie de lucha.

Es por eso que Maduro, adelantándose a la crisis, anunció que de perder en las urnas desconocerá el mandato del pueblo, porque “la revolución no se entrega”. Y cuando se venga el golpe contra las leyes y el Gobierno corrupto deba enfrentar las voces disidentes, más le vale al ejército tener la maquinaria de guerra bien aceitada.

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