Nos creen pendejos III

En vez de esta bufonada de plebiscito, mejor que el Presidente asuma la responsabilidad del acuerdo.

Pensé que no tendría que utilizar este título de nuevo (es la tercera vez en 2015), pero el empeño de los altos poderes del Estado en burlarse de los colombianos es tan grande y reiterado que no me queda más remedio. El descaro con que, lo mismo desde el Gobierno que en el Congreso y el Poder Judicial, inventan argumentos sofistas, eluden responsabilidades y sacan conejos de la chistera impresiona no solo por el malabarismo de que hacen gala, sino por el desdén con que miran desde sus cargos al colombiano del común.

Veamos. Millones de colombianos se han llenado, con razón, de desconfianza frente al proceso de negociación con las Farc: asumen que los sapos que tendrán que tragar no cabrán en su boca. Por ejemplo: nada de cárcel para comandantes de la guerrilla que comparten con los asesinos paramilitares (que han pagado al menos algunos años tras las rejas) el triste galardón de mayores criminales de la historia del país, y hasta la posibilidad de que muy pronto puedan participar en política.

Conscientes de ello, el Gobierno y sus voceros en el Congreso –siempre bien untados de ‘mermelada’– optaron por modificar la idea de que los votantes refrenden los acuerdos de La Habana. Primero, ya no será un referendo con preguntas específicas sobre los temas más peludos, sino un plebiscito en el que los electores daremos un sí o un no general a lo pactado. Algo así como optar, de manera simplista y maniquea, entre guerra y paz, como si este complejo asunto careciera de matices. Y, segundo, han propuesto una reforma que baje el umbral de votos que el plebiscito debe alcanzar para que ya no sea el 50 por ciento del censo electoral, sino el 13 por ciento, apenas 4,3 millones de votos.

He sostenido en esta columna que la refrendación sobra y es riesgosa. Y me sostengo ahora más que nunca, pues, en vez de esta bufonada barata de plebiscito, lo mejor es que el presidente Juan Manuel Santos asuma la responsabilidad histórica de lo firmado, como le corresponde según la Constitución. Ahora, si en verdad buscan una refrendación, sean serios: pónganle como umbral, por ejemplo, los 7,8 millones de votos que Santos obtuvo en las presidenciales y que el propio Presidente interpretó como un mandato para firmar un acuerdo con las Farc.

Va otra perla: la forma olímpica como el ministro de Minas y Energía, Tomás González, y la Creg han eludido asumir cualquier responsabilidad por la crisis que tiene al país al borde de un nuevo apagón. Y eso, a pesar de que durante años demoraron decisiones críticas que atrasaron las inversiones en gas que hoy nos estarían salvando. La lógica del Ministro y los señores de la Creg es que los colombianos –que no tienen culpa alguna– asuman el costo, ahorrando agua y luz y pagando el alza de tarifas, mientras ellos se lavan las manos. Insisto: nos creen pendejos.

Una joyita más: sin previo aviso ni justificación, el Ministerio de Educación acaba de recortar un tercio –algunos calculan que la mitad– de los fondos nacionales destinados a la alimentación escolar de los niños de menores recursos. Con menos plata, habrá menos niños que reciban su refrigerio escolar y, en consecuencia, se disparará la deserción entre los más pobres. Ministra Gina Parody: ser pilo paga, pero no con la barriga vacía. ¿Será culpa del Ministerio de Hacienda?

Y el remate: después de que, con bombos y platillos, la privilegiada contratista de la Fiscalía Natalia Springer presentara en Washington el informe sobre los crímenes del Eln, por el que los contribuyentes pagamos miles de millones de pesos, resulta que en la propia Fiscalía hay un trabajo mucho más completo y detallado, hecho por fiscales e investigadores juiciosos y laboriosos que apenas reciben un limitado salario y ningún reconocimiento. ¿Si ven que nos creen pendejos?

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