Proceso de Paz

El factor tiempo
“Farc juegan hábilmente con ansiedad del gobierno”

El gobierno se puso en evidencia, frente a las Farc, con su afán desmedido por cumplir el plazo que se fijó ante la comunidad internacional y antes de que los ciudadanos conozcan en detalle y controviertan los acuerdos. Mostró su vulnerabilidad. Le dió a este grupo guerrillero un elemento adicional de presión para seguir consiguiendo resultados concretos, como el indulto a 30 guerrilleros, sin ninguna contraprestación. Ni siquiera la localización de uno solo de los cuerpos de los secuestrados asesinados y no devueltos a sus familiares. ¿Para este dolor no hay prisa?

Las Farc midieron la ansiedad del gobierno y están jugando hábilmente con ella. Este grupo armado nunca ha tenido afán, salvo para tratar de cerrar el ventajoso acuerdo sobre justicia, que los llevó a no poder disimular su felicidad. Al fin y al cabo el Presidente Santos ya les dio más de lo que ellos mismos pudieron imaginar. Pase lo que pase, esa lavada de imagen de grupo terrorista a grupo insurgente, frente a la comunidad internacional, nunca tendrán como pagarla.

Pero como ellos son coherentes con lo que siempre han sido, después de obtenidos los beneficios y el máximo de concesiones de manos de nuestro gobernante, muy pronto ya no lo van a necesitar y por eso buscan otros interlocutores internos. Están llegando a la cúspide de la visibilidad nacional e internacional. Ya tienen el aval del gobierno americano, de la Santa Sede, de no pocos gobiernos europeos. Ya se le salieron de las manos al Presidente, con la misma fuerza y empoderamiento que él generosamente les otorgó. Santos les concedió por anticipado la legitimidad, reconocimiento y nivel de interlocución internacional, que debía ser el punto de llegada. Ya ellos no lo necesitan para hablar con los gobiernos del mundo de tú a tú. Han sido tratados como iguales, a nivel de estado. Mientras, los colombianos mendigan interlocución con su gobernante y se han visto desproporcionadamente expuestos ante la comunidad internacional a exhibir lo peor de sí mismos, de sus instituciones y de su democracia. Todas nuestras debilidades como país, exhibidas y publicitadas en aras de justificar el discurso de este grupo armado. Hoy, por ejemplo, la amenaza de judicialización recae sobre todo aquel que se atreva a disentir, mientras se inventan todo tipo de teorías modernas, para justificar lo injustificable.

La aplastante propaganda ha terminado por poner a los colombianos a la defensiva, al gobierno del lado equivocado y a las Farc, como juez y parte. Acusan y forman parte del nuevo diseño institucional y social. Conseguidos los propósitos frente a la comunidad internacional, la aplanadora propagandística se enfoca al escenario interno.

Ahora, los colombianos, aptos para escuchar el estruendo de las bombas durante años, pero no aptos para conocer lo que se negocia en su nombre, se preparan para ser “tenidos en cuenta” en el plebiscito, cuando todo esté acordado. Mientras de manera paralela se planea sellar la firma con el anuncio de que se trata de un “acuerdo especial” que no necesita refrendación. Las Farc se sienten tan confiadas que ya hablan abiertamente de sus pretensiones en todos los campos y hasta ofrecen, a quiénes los visitan, participación en el nuevo país.

¿A dónde nos conducirá está loca carrera contra el tiempo?

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