Ser opositor en Venezuela

Los gobiernos de América Latina asisten impasibles al brutal hostigamiento contra la oposición democrática en Venezuela. Los opositores han hecho una campaña heroica, en absoluta soledad.

Venezuela acudirá a las urnas el próximo 6 de diciembre, para elegir la composición de la Asamblea Nacional, poder legislativo controlado hasta ahora por el chavismo y los militantes del “Socialismo del siglo XXI”.

Todo demuestra que no serán unas elecciones que se enmarquen en un entorno de normalidad democrática, en el que la oposición haya contado con garantías para su ejercicio proselitista.

Es muy grave que del acoso judicial a los líderes de oposición, azuzado por el gobierno según confesión de por lo menos dos miembros de la propia rama judicial, se haya pasado al asesinato.

En plena plaza pública de Altagracia de Orituco, estado de Guarico, durante una manifestación partidista que debería entenderse rodeada de protección estatal, fue asesinado antier el líder opositor de Acción Democrática Luis Manuel Díaz. Su sola muerte violenta es suficiente motivo de alarma. Pero lo es aún más, si cabe, por la presencia en la misma tarima, a su lado, de Lilian Tintori, la activista política y defensora de los derechos humanos que ha asumido las banderas de su esposo, Leopoldo López, líder encarcelado por el régimen chavista y condenado a 14 años de prisión tras un proceso farsa en el que se le violaron todos sus derechos constitucionales.

Lilian Tintori denunció ayer que la querían matar. Y señaló directamente al gobierno de Nicolás Maduro. Tintori es hoy en día, junto con el gobernador del estado Miranda, Henrique Capriles, la voz más reconocida de la resistencia a los abusos del régimen de Maduro y Diosdado Cabello. Ella ha recorrido el mundo denunciando los atropellos, y por ello ha sido objeto en su país de toda clase de hostigamientos y coacciones.

Como también lo ha sido la diputada María Corina Machado, incluso con brutales actos de agresión física, además de la expulsión arbitraria como miembro de la Asamblea Nacional, por acto unilateral de Cabello.

La campaña política de la oposición venezolana se desarrolla dentro de los límites del heroísmo. Todos los obstáculos les son impuestos, todas las vicisitudes han tenido que ser enfrentadas. Los opositores ya lo tenían claro, pero fue el exembajador de Chávez y Maduro en la OEA, Roy Chaderton, quien les notificó blanco sobre negro lo que les esperaba, cuando afirmó, en un programa de televisión de la cadena estatal venezolana, el 9 de marzo de este año, que “por la cabeza de un opositor, una bala pasa suave y suena hueco”. A los opositores les niegan la dignidad, les arrebatan la posibilidad de hacer política desde la democracia, y les escatiman hasta el valor de la inteligencia.

Ayer el presidente Maduro atribuyó el asesinato del líder opositor Luis Manuel Díaz, a “venganzas entre bandas”. A renglón seguido dijo que el sistema electoral venezolano “es el mejor, más perfecto y el más completo del mundo”. Y descartó que haya posibilidad de fraude.

Los gobiernos en ejercicio de América Latina asisten impasibles al atropello de la oposición democrática de Venezuela. Solo un tímido comunicado del secretario general de la OEA pide garantías. Y el recién elegido presidente de Argentina, Mauricio Macri, que habla por ahora como gobernante electo. De resto, todos prefieren delegar en Unasur, cuyo secretario general convalidará cualquier cosa que disponga el régimen chavista, pues no en vano le debe su resurrección política.

Quedan 10 días para las elecciones. La oposición marcha sola con su coraje, esperando confiada el apoyo popular y una muy remota, casi nula, posibilidad de que, en caso de obtenerlo, les sea reconocido el triunfo.

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