Periodismo prostituido

La tía Betsabé (en la cual me basé para escribir hace años la novela El último puerto de la tía Verania), que era una señora de mucha guasa, advertía sobre tres oficios que la mayoría de gente creía que eran muy fáciles de ejercer.

Los denominaba las tres “pes”: periodista, panadero y puta. Hoy quiero referirme al primero de ellos, sobre el cual, claro, se ha gastado toda la tinta del mundo e invertido todas las palabras.

Entre el oficio y lo oficiado hay diferencias. El periodismo (y cómo separar de tal corpus a los oficiantes) nació en la modernidad en medio de la lucha entre las viejas y las nuevas ideas; la Ilustración (que, según Kant, “es la salida del hombre de su minoría de edad”) le dio un carácter de servicio a los más desprotegidos, de servir de vocero de los oprimidos y olvidados de la historia. De ser un vehículo para la defensa de aquello que apenas surgía como una novedad revolucionaria, los derechos del hombre y del ciudadano.

Se iba aclarando que el periodismo (y, desde luego, los que lo ejercían) se destinaba para narrar las desgracias del hombre, de los explotados, de los humillados y ofendidos. La prensa (aparte de tener la posibilidad en el capitalismo de ser una empresa comercial, con plusvalías y ánimos de lucro) se erigía como el “cuarto poder”, fiscalizador de los otros poderes y portador de cultura, transmisor de lo más avanzado y también de lo más vergonzoso del hombre. Cabían en sus trabajos desde las ideas de progreso y los descubrimientos científicos hasta las bajezas de un político y las desventuras de las víctimas de la guerra.

El periodista era parte de los ilustrados. Y el periódico estaba para ser vocero de las luchas contra las injusticias y los atropellos. Ejemplos históricos abundan, y pueden ir desde el Yo acuso de Émile Zola hasta los reportajes de denuncia de Upton Sinclair, o los de Reed sobre trabajadores norteamericanos, sin contar sus narraciones sobre las revoluciones de México y Rusia, pasando por sus informes sobre la guerra en Europa oriental.

Abundan, ni más faltaba, los grandes periodistas de todos los tiempos. Lo que se quiere decir es que, tras desaparecer el “cuarto poder”, absorbido por los otros, y puesto en general el periodismo al servicio de los poderosos, con lo cual la esencia del periodismo se vulneró, para ser solo propaganda, el asunto ha venido de mal en peor. Y una mirada sobre Colombia daría fe de la miseria en la que ha caído el periodismo aquí, postrado a los pies del príncipe y de los magnates.

Noticiarios y periódicos de baja estofa, que es más lo que ocultan que lo que revelan. Embriagados con la promoción de la estupidez y la banalidad. Y periodistas sometidos a destacar lo bobería por encima de la inteligencia. Medios que son un atentado contra la razón y el buen gusto. Con reporteros que no salen a las calles (al pobre Pulitzer le daría un infarto al ver tanta gente enfriándose todo el día en las salas de redacción), ni son capaces de mostrar los entresijos de la ciudad, las causas de la violencia, las brechas sociales, las infamias del sistema de salud, las injusticias cotidianas. Nada. Solo bazofia y superficialidad.

Periodistas copietas que, precisamente por falta de reportería y de indagación, y también porque las empresas periodísticas solo piensan en la ganancia y en mantener como un mecanismo más de la cadena de producción a sus “colaboradores”, permiten que sucedan plagios como los denunciados recientemente en un periódico de Medellín. Una vergüenza. Y parece no importarles la pérdida de credibilidad. Qué ilustración ni que carajos. En muchos medios colombianos solo interesan el rating y la venta de desechos. Y mejor darle lustre a la imbecilidad.

El periodismo, en general, ha perdido su esencia combativa, su capacidad crítica y de poner en calzas prietas al poder. Y se ha mudado a la otra posición, la de servir de mampara de los desafueros oficiales. No revela; tapa. No cuestiona; bate incienso. Se ha prostituido, aunque, como decía la tía, tampoco es fácil el ejercicio de vender la carnita. Ah, otro día se hablará del panadero, que el horno está muy caliente y la harina subió de precio.

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