¡Bajémosle al tono!

¡Por favor!, bajémosle al tono y a la agresión entre los partidarios y los no partidarios de los acuerdos de La Habana. Ni los unos son unos vendidos a las Farc ni los otros unos sanguinarios enemigos de la paz. Sin embargo, la animosidad es cada vez más álgida.

La presente agresividad entre colombianos buenos y honestos, que no han empuñado un fusil en su vida, ni han asesinado, secuestrado, violado, traficado con drogas o extorsionado, no es la mejor manera de llegar a la ambicionada paz.

Cuando un personaje tan destacado y serio como Juan Carlos Henao, rector de el Externado de Colombia, agrede verbalmente en un foro, en el Instituto de Ciencia Política, a una académica, historiadora y periodista galardonada, como Diana Sofía Giraldo, presidenta de la Fundación Víctimas Visibles, la posibilidad de concienzudo análisis de los temas y concordancia entre conceptos opuestos se ha perdido.

Y esto es solo un solo ejemplo. Los hay por montones. Es difícil leer las páginas editoriales de la prensa sin encontrar algún columnista que agreda al bando opuesto de manera tan emponzoñada, que más parece un combate entre enemigos mortales que una discusión entre compatriotas.

Hoy, ya no parece posible intercambiar opiniones sobre el proceso de paz sin que aflore antagonismo entre los presentes, aun entre amigos y familiares.

Hoy somos un país visceralmente dividido y esta profunda división es el mayor triunfo que les podemos dar a las Farc. “Divide y vencerás”, dijo Maquiavelo. Esta es una estrategia bien conocida de esa narcoguerrilla.

Ellas sabrán sacar provecho de nuestra discordia, de los odios que se han creado, del desconcierto que vive el país. Es fácil aprovecharse de un enemigo dividido. Recapacitemos, se requiere consenso entre los colombianos de paz. Tomemos estas negociaciones con calma. ¿Por qué forzar las fechas? Creo que la fatiga y la premura no son buenas consejeras en una negociación. Si hemos esperado 50 años, podemos esperar unos meses más para un acuerdo mesurado y aceptable. Una paz atragantada, llena de sapos y odios, no será duradera.

Las Farc deben ser las primeras en entender que para ellas es mejor tener al país a su favor que en contra.

En La Habana hay temas para repensar mejor. Por ejemplo, cómo es posible que un soldado reciba $800 mil de pensión cuando un guerrillero desmovilizado recibe $1’300.000 mensuales de compensación (como me contó un soldado, entristecido y disgustado, mientras cobraba su pensión).

Y, mientras se afinan las negociaciones dediquemos tiempo a otros problemas apremiantes, como la vergonzosa situación de los niños wayúu en La Guajira. ¿Cuántos más deben morir para que se alce la voz de toda la sociedad contra la corrupción y el abandono de estas tribus? Ni uno solo de nosotros debe guardar silencio ante esta tragedia.

Así que bajémosles el tono a los insultos por las negociaciones y subámoslo para demandar atención sobre la crisis que sufren los wayúu y otros territorios abandonados por el Gobierno y asolados por la corrupción.

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