La crisis va más allá de Palomino

De una imagen favorable de más del 70 % en 2010, la Policía ha caído hasta el 51 %. Hay que atajar la crisis antes de que sea irreparable. La cúpula, referente de todos los agentes, debe ser intachable.

No le quedaba otra alternativa al general Rodolfo Palomino que retirarse de la Dirección de la Policía Nacional. Dijo que pidió al Presidente que lo “apartara del cargo”, y que no renunciaba sino que daba “un paso al costado”. Pero es una dimisión en toda regla, obligado por el creciente eco de escándalos conocidos desde hace meses por la opinión pública y que le afectan personalmente.

La intervención, en particular, del procurador Alejandro Ordóñez, con su anuncio de investigación disciplinaria contra el general, fue determinante. Se le investigará por “posible incremento patrimonial injustificado”, por “presuntos seguimientos e interceptaciones ilegales a periodistas”, y por su “posible ayuda y complicidad” con una red de prostitución que implica presuntos delitos de “proxenetismo, trata de personas e inducción a la prostitución”. Éste último es el caso conocido como “comunidad del anillo”.

Lamentablemente para la historia de la Policía Nacional, no es el primer director de la institución que sale en medio de escándalos. Eso sí, a diferencia de casos anteriores, el general Palomino clamó hasta el último minuto por su inocencia, por su disposición a ser investigado y por la transparencia de su trayectoria de casi cuatro décadas.

La Procuraduría y la Fiscalía determinarán responsabilidades, o confirmarán su inocencia. Porque más que su intimidad, al general Palomino le pesará no haber mostrado mayor resolución en desvelar el sórdido asunto de la prostitución forzada en la Policía. Esta realidad, de ser cierta, sería un ataque demoledor de altos oficiales contra la dignidad personal de todos y cada uno de sus agentes. Y frente a eso nadie parece haber movido un dedo.

Corren tiempos difíciles para la Policía. Y si a ella le va mal, no hay forma de que al país le vaya distinto. Mes tras mes se conocen capturas de agentes por casos de corrupción, narcotráfico, extorsión, sobornos. Y adicional a eso hay gravísimos problemas irresueltos, como desajustes pensionales, ascensos trancados, o la formación de grupos que operan como logias.

El presidente de la República, Juan Manuel Santos, lo reconocía ayer. Al decir que el nuevo director llega a “recuperar el buen nombre, la unidad, la respetabilidad y la confianza”, acepta que esas virtudes están rotas. El presidente lo sabe, su ministro de Defensa también, y la sociedad colombiana lo sufre: al iniciar el gobierno Santos en 2010, la imagen favorable de la Policía era superior al 70 %. En el más reciente Gallup Poll (diciembre de 2015), había caído al 51 %. Y una Policía que no genere confianza es un problema político e institucional mayúsculo. Su cúpula, por tanto, tiene que depurarse, para que todos sus agentes, tantos con hoja de vida impecable y que cumplen con su mejor esfuerzo la dura labor, puedan mirarse en espejos limpios.

En la gestión de esta profunda crisis, las dudas del alto Gobierno han empeorado las cosas. Mientras el pasado 12 de diciembre el presidente anunció una comisión especial con el objetivo específico de “investigar a fondo qué está sucediendo en la Policía”, solo antes de ayer la tal comisión se conformó, con objetivos como ayudar a fortalecer las prácticas de buen gobierno. Tarea plausible, por supuesto, pero que no responde a lo anunciado inicialmente.

Al mayor general Jorge Hernando Nieto, nuevo director, queda desearle la mejor suerte en su misión. Llega al máximo cargo al que aspira todo oficial pero también asume la máxima responsabilidad. La transparencia, la honradez y la protección a una ciudadanía agobiada por la delincuencia se le demandarán en todo momento. El país ruega por un general que, al dejar su cargo en la Policía, lo haga con su honor incólume.

Share on facebook
Facebook
Share on google
Google+
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn

Buscar

Facebook

Ingresar