Venezuela, economía al límite

La situación económica en Venezuela es cada día más crítica. La recesión y la inflación desbordadas agudizan la escasez de bienes básicos. Las medidas gubernamentales no van a la raíz del problema, agravando la crisis.

Venezuela continúa evidenciando la caótica situación económica a la que la ha llevado el tipo de manejo dado por el modelo del socialismo del siglo XXI. Las cifras oficiales señalan que en 2015 el PIB de esa nación cayó 5,7 por ciento, lo que alarga la recesión.

De otra parte, las mismas fuentes indican que la inflación durante el año pasado fue de 180 por ciento, la más alta del mundo. Según el FMI, de no producirse un radical cambio en el manejo económico, en 2016 esta puede ser de 700 por ciento.

A un país que deriva el 96 por ciento de sus divisas del petróleo, la caída del precio del crudo le ha significado una fuerte reducción en sus ingresos: estos pasaron de 42.000 millones de dólares en 2013 a 12.500 en 2015.

El déficit fiscal se estima en 20 por ciento del PIB y, según algunos expertos, el mismo se ha financiado principalmente mediante la emisión monetaria pues, según Ricardo Hausmann, economista venezolano de alto reconocimiento internacional, la nación bolivariana no tiene acceso a los mercados financieros por ser la de mayor riesgo planetario.

El deterioro de la balanza comercial ha llevado a que aumente la deuda externa (se estima en 250.000 millones de dólares), a que las reservas internacionales se reduzcan (se calcula que están por debajo de los 15.000 millones de dólares) y a que se presente una drástica caída de las importaciones. El año pasado estas alcanzaron un nivel de 37.000 millones de dólares.

La falta de divisas no solo ha llevado a que en el mercado negro el dólar se cotice a más de 100 veces la tasa oficial más baja que regía antes de las últimas medidas adoptadas por el régimen de Nicolás Maduro, sino que ha agudizado la situación de escasez de bienes básicos, como los alimentos y los medicamentos.

Hausmann sostiene que, frente a una inminente catástrofe económica, Venezuela necesita adoptar un plan económico sólido que pueda reunir un amplio apoyo financiero internacional.

Con el fin de paliar la situación, la semana pasada el Gobierno venezolano adoptó un paquete de medidas de diverso orden.

Entre ellas se destacan: el aumento del precio de la gasolina, la devaluación del bolívar mediante una reforma del régimen cambiario, el ajuste de los precios de los principales productos regulados por el Estado, la reforma al sistema alimentario estatal y el incremento del salario mínimo y de otros bonos alimenticios y de pensiones.

Aunque algunas de las decisiones ayudan a atenuar la crisis, como ocurre con el incremento del precio de la gasolina (el primero en dos décadas) ya que reducen los subsidios estatales, el conjunto de las mismas está lejos de enfrentar la raíz del problema.

Más aún, hay quienes piensan que en pocos meses la situación del pueblo venezolano será aún más crítica, pues la inflación galopante y la escasez de bienes básicos, que en parte estimula el paquete de medidas, hará aún más difícil la de por sí deteriorada condición económica de los hogares.

Es claro que las decisiones adoptadas por el Gobierno venezolano no constituyen el tipo de ajuste que, dado el tamaño de la crisis y el caos económico generado, asegure una salida definitiva que lleve a la economía a retomar una senda de crecimiento y desarrollo sostenibles, que es lo que se merece la nación bolivariana.

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