El amor nace como un pensamiento de Dios

Las promesas de Semana Santa son como las de inicio de año, un sinfín de metas y proyectos sin cumplir, solo llegan a finales de la primera semana después de pasar las fiestas.

Por esto si nos detenemos un poco y descubrimos el sentido de la vida, nos damos cuenta que constituye una condición indispensable para no dar vueltas como un tonto, y terminar llegando nuevamente a cometer las mismas faltas y errores que hemos cometido antes.

El hombre de hoy permanece envuelto en las rudimentarias formas de conductas, como el ancestral animal, que con instinto de fiera salvaje depreda la vida; ¿por qué? porque todavía no hemos bajado a Jesús del madero de tormento por nuestros insanos sentimientos, con lo cual desgarramos también su túnica, cuando con epítetos maledicentes herimos con injusticias, prevaricación, violencia y egoísmos a nuestros hermanos; sólo que ahora existe mayor conocimiento, lo conocemos a Él, como también al Padre, ya que Él aseguraba: “Que conociéndole, conocemos también al Padre, pero reconociendo siempre que el Padre era mayor que Él. Juan 14: 28-29

Jesús fue muy sensible del sufrimiento que padecía el pueblo, según los registros bíblicos, sentía verdadero amor por la humanidad y sufría por la dominación romana que prevalecía en esa época. Se grababan en las alturas del planeta las voces de los justos que clamaban a viva voz que llegara finalmente el Mesías esperado que los libertara de la opresión y esclavitud de la maldad que imperaba.

Hoy podemos estar haciendo algo parecido y humanamente se podría concluir que nuestro amado Jesús tiene viva su pasión con los azotes con que a diario seguimos lacerando su cuerpo.

Querer explicar el amor es igual a rebuscar la esencia a la existencia y darla a conocer a través del diálogo. Se entiende que no es fácil, porque al amor hay que sentirlo, y como tal amarlo y respetarlo como la vida; pudiendo expresarlo como auténtico y verdadero sentimiento realizado. Por tanto, el amor nace como un pensamiento de Dios y se incrusta en nuestro corazón para que lo administremos con dulzura y verdadera hermandad, como lo practicaba Jesucristo.

¿Necesita usted ser perdonado? Yo sí, y añado otra pregunta: ¿Ha sido usted perdonado? Y respondo lo mismo: yo sí, gracias a que existe Jesucristo, ese amor capaz de perdonar.

Recordemos que quien vive solo para obtener placer, poder prestigio y dinero, pierde la facultad de pensar con equilibrio y sabiduría y se olvida de Jehová Dios.

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