El hermanísimo y el amiguísimo

En la España del general Franco, rondaba por El Pardo un hombre cuyo gran mérito, aparte de ser un formidable cirujano, se limitaba al de ejercer como esposo de la única hija del caudillo. Don Cristóbal Martínez-Bordiú, El Yernísimo, fue un hombre premiado por el destino; sibarita, débil frente a la buena vida y protegido por el régimen. Respetado por Franco, quien a veces lo usaba para que atendiera, en su nombre y representación, algunos negocios del gobierno, cuya responsabilidad no podía delegarse en un cualquiera.

Desde que Juan Manuel Santos asumió la presidencia, su hermano mayor, don Enrique, exdirector de El Tiempo, ha estado ahí, tras bambalinas, moviendo los hilos del poder. Sin cargo oficial, ha ejercido como “súper alto comisionado para la paz”. Fue, sin que se conozca el acto administrativo que lo habilitara para tal menester, el hombre que sentó las bases del proceso de paz con las Farc.

Sabemos que cuando hay problemas en La Habana, como sucedió la semana pasada, Santos desempolva a su hermanísimo, lo acicala, le entrega un pasaje y lo embarca hacia la isla de la satrapía castrista con el mandato de imponer orden en la casa.

Mientras tanto, el doctor de La Calle, el general Mora y demás miembros de la comisión negociadora, se resignan a que el hermanísimo tome decisiones por ellos, adquiera compromisos y suscriba, sin su concurso, acuerdos con Timochenko.

En cuatro, seis u ocho horas, el hermanísimo, así titularon los medios, solucionó los problemas. Salió de la mansión donde habitan los otrora malhechores con una carta en el bolsillo. El hermanísimo es correveidile de parte y parte. Lleva razones del presidente y regresa a Bogotá con epístolas del mandamás de las Farc. En el entretanto, los negociadores miran estupefactos cómo se los pasan por la faja.

Bastante dinero nos ha costado mantener la rimbombante delegación de “plenipotenciarios”. No se trata de números menores. Desde 2012 hasta hoy, el denominado “Fondo de Programas Especiales para la Paz”, FONDOPAZ, le ha girado la friolera de 738 millones de pesos al doctor de la Calle y 593 al general Mora para que presten “sus servicios altamente calificados relativos a adelantar las actividades que como representantes autorizados con carácter de plenipotenciarios, les corresponden por virtud de la designación presidencial y según las instrucciones que, verbalmente o por escrito, les imparta el Presidente de la República”.

Los defensores del proceso de paz se apresurarán a decir que aquel costo es mínimo si lo comparamos con lo que vale la guerra, frase con la que se ha justificado el insólito drenaje a las arcas públicas en estos años de proceso de paz.

El problema radica en que los “altamente calificados” señores de la Calle y Mora Rangel no han cumplido con su cometido. No hemos alcanzado la paz, la guerra continúa y, lo que es peor, cada vez que se enreda la pita en Cuba, el presidente tiene que enviar a su hermanísimo para que saque al proceso de los bretes.

No voy a caer en la trampa de decir que el hermanísimo es un guerrillero, porque dudo que lo sea. Tampoco me creo el dislate de que él mandó a matar al energúmeno Londoño Hoyos, como afirman algunos. Nada de eso. El hermanísimo es un bacán, dicharachero y sí, hay que decirlo, un tipo que le entra rápidamente a la guerrilla. Allá lo respetan y aprecian. Las fotografías que vimos esta semana de su efusivo saludo con Timochenko son prueba del afecto que en las Farc sienten por él.

Si la jugada del hermanísimo resulta, Santos debería pensar seriamente en revocar el mandato de los “altamente calificados” negociadores plenipotenciarios –con cancelación de los multimillonarios contratos- y ordenar que él finiquite el acuerdo con la guerrilla. No vale la pena continuar manteniendo las apariencias; al final del día terminará acordándose lo que a don Enrique –el hermanísimo- y a don “Timo” –el amiguísimo del hermanísimo- les dé la gana.

Post Scriptum: Impresentable que un mes antes de que el magistrado Alberto Yepes Barreiro fallara una demanda contra la designación del vicefiscal Perdomo en el Consejo de Estado, la fiscalía haya nombrado a un primo hermano suyo, Manuel Rincón Barreiro, como director seccional de fiscalías.

@ernestoyamhure

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