Miércoles Santo

Hace pocos días el Jefe del Estado dijo que “si ganaba el ‘no’ en el plebiscito, se acababa el proceso”.

Más tarde, las encuestas mostraron con mayor nitidez que nunca que la población (como fruto de su propia experiencia) rechaza todo lo que provenga de las Farc, por muy frondosos que sean los compromisos que terminen firmando.

En semejantes circunstancias, suscribir el “Acuerdo del Miércoles Santo” (la versión criolla del irlandés) podría ser insuficiente para modificar un clima de opinión tan contundente.

Por lo tanto, nada mejor que aplazar la firma del acuerdo, tal como lo impusieron las Farc pocas horas después del estrafalario apretón de manos entre Santos y el comandante Timochenko.

Asumiendo como propia la violación del acuerdo de la firma para exculpar a las Farc y garantizarse así la continuidad del diálogo, el Presidente ha vuelto a someterse a las arbitrariedades del grupo armado y se aleja cada día más (si cabe) del sentimiento ciudadano.

Consciente de esa distancia entre lo que vive a diario la población y las tratativas que se moldean entre el Palacio de Nariño y La Habana, lo más natural es que el Jefe del Estado termine accediendo también a cancelar el plebiscito.

Dicho de otro modo, nada le sería más conveniente al Gobierno que, como por arte de magia, la Corte declarase inconstitucional lo que, de hecho, es un adefesio y un atentado contra los cimientos de la democracia.

Al llegar a este punto, la Presidencia recurrirá de nuevo a su exuberante imaginación sociológica para inventarse algún mecanismo, tal vez ‘concertado con la contraparte’, para que la gente termine un día de éstos introduciendo en las urnas la séptima o la octava papeleta con una frase igualmente rimbombante como ‘¡Yo quiero la paz y no la guerra!’

En cualquier caso, el Presidente se encuentra cada día más y más constreñido a complacer a las Farc en su objetivo supremo, el de una Asamblea Constituyente (con curules gratuitas) para moldear el sistema político, ya no en áreas específicas, sino en su esencia misma.

En definitiva, tan a merced de la insurgencia se encuentra, que no ha querido ver las diferencias entre el voto del Polo y el del Centro Democrático para la modificación de la ley de Orden Público, como tampoco ha querido ver la campaña presidencial que ya inició Vargas Lleras separándose ahora, que todavía puede, de tanta trampa y tanto engaño.

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