¡Caminantes: sí hay camino!

La multitudinaria marcha del 2 de abril pasará a la historia como un acto de protesta pacífica, pero contundente, acorde con los abusos de poder y de corrupción del actual gobierno.

Fue una marcha pacífica donde los participantes de todos los estratos sociales y edades manifestaron su inconformidad por la forma en que se adelanta el proceso de paz en la Habana, Cuba, entre el Gobierno y la guerrilla de las Farc; y en general, por las políticas: abusivas, equivocadas y engañosas del presidente Santos, sumado al terrible flagelo de corrupción en la mayor parte de la administración pública.

Este acto, señor presidente, está fundamentado por el clamor de los más de dos millones de colombianos que marcharon por diferentes ciudades del país, repudiando sus actos de gobierno, como: la pretensión de querer entregar el país a los grupos guerrilleros —que desde hace casi sesenta años tienen encañonado al pueblo colombiano—, al otorgarles toda clase de concesiones; sumados también a los escandalosos actos de corrupción donde se encuentra comprometido la mayor parte del engranaje político y administrativo de su gobierno.

Es un imposible, señor presidente, pretender seguir administrando el país, que durante su gobierno ha permitido la desestabilización de los tres poderes públicos: ejecutivo, legislativo y judicial, razón por la cual el desgobierno cunde casi que por todos los sectores de la administración pública y privada; el ciudadano asiste a los despachos con el temor de tener que desembolsar la odiosa mordida tan acostumbrada hoy en día bajo el remoquete del C.V.Y.: “como voy yo”. De lo contrario nada se mueve si no aceita la diligencia con una dádiva.

Tampoco, señor presidente, podemos concebir un gobierno con una justicia semiparalizada, donde la puerta giratoria es la que maneja a su acomodo los nombramientos de magistrados que se creen autosuficientes para administrarla en nombre de la República de Colombia y por autoridad de la Ley, cuando sus intenciones, una vez logrados los objetivos perversos, es torcerle el pescuezo a la legalidad y traficar con sinnúmero de expedientes, que desde hace varios años duermen el sueño de los justos en los polvorientos anaqueles de los juzgados y de las altas cortes.

También es inconcebible, señor presidente, que durante los casi seis años de su gobierno no hubiese tramitado ante el Congreso de la República o las instancias del Estado, la reforma política que el país desde hace varios años clama a gritos, y que como consecuencia en las elecciones regionales del pasado 25 de octubre se eligieron: gobernadores, alcaldes, y en las corporaciones regionales y municipales, personas con antecedentes judiciales, razón por la cual, son miles las demandas que cursan por estos casos, perjudicando enormemente el progreso y desarrollo de los departamentos y municipios.

El caso de la salud, señor presidente, es tan vergonzoso, que duele ver como nuestros niños, ancianos y adultos se están muriendo en las puertas de los hospitales, todo porque quienes la han administrado se enmochilaron sus recursos; son millones los compatriotas que actualmente viven con la incertidumbre de dónde acudir para el caso de una enfermedad.

De otro lado, el hacinamiento carcelario que se vive en todas las cárceles del país es tan grave, que varias organizaciones internacionales están previendo mediar sobre asunto tan delicado, toda vez que su gobierno no ha sido capaz de dar una solución definitiva o por lo menos que permita en parte hacer la vida de los reclusos menos gravosa, la situación por enfermedades y muertes que se padecen en los centros de reclusión, son el pan de cada día.

La inseguridad, señor presidente, viene acosando a los ciudadanos a medida que los destellos de paz se vislumbran en los de una patria ensangrentada, por causa de sus enemigos agazapados que no la quieren, puesto que pierden el negocio del narcoterrorismo; las extorsiones y chantajes continúan a la orden del día, por culpa de un proceso de paz nada claro y proclive a la desestabilización de nuestras instituciones democráticas, sostenidas a sangre y fuego por nuestras fuerzas armadas, pero a las cuales usted, señor presidente, parece no reconocerles sus eficacia, valentía y grandeza, al llamar a calificar servicios a muchos de ellos, simple y llanamente porque han cumplido con su deber al desmantelar bandas criminales que operan al margen de la ley.

Los deudores hipotecarios UPAC/UVR son otro capítulo de las graves injusticias sociales que su gobierno viene tolerando; son miles de familias que están padeciendo la desgracia de ser víctimas de las carteles de remate de vivienda, gracias a jueces y magistrados corruptos que actúan en contubernio con las entidades crediticias, para despojar injustamente de sus viviendas a humildes familias, por el simple atraso de una o varias cuotas.

La venta fraudulenta de Isagén; los chanchullos y peculados que mediante contratos inflados llevaron a la quiebra la refinería de Cartagena, Reficar, y la de Guatapé, nos mantienen en la zozobra de un muy seguro racionamiento, no por el fenómeno del Niño, sino por falta de gestión administrativa y honesta por parte de su gobierno; todo esto tiene indignados a los colombianos, que justamente se han lanzado a las calles, para pedirle que no más, y que su gobierno debería orillarse en aras de permitir construir una nueva Colombia, amable y segura para todos.

Usted, señor presidente, ya ha perdido toda credibilidad; la paloma de la paz que ostenta en su solapa está tan herida de muerte, que es mejor que la excluya de su vestimenta y la deje volar tranquila y libremente por los horizontes de nuestra patria, para saber en definitiva dónde se posa, para empezar un nuevo proceso que sea prenda de garantía para todos los colombianos, sin ir a comprometer las instituciones democráticas patrimonio de todos.

A usted, señor presidente, en los actuales momentos, se le acabó el discurso, que ya nadie cree en sus promesas, puesto que siempre resultan mentirosas y apelmazadas con el virus de la corrupción, o la mayoría de las veces aprovechadas en momentos de fragor, como lo acaba de hacer con el racionamiento que prefirió suspenderlo por el éxito de la marcha.

La marcha del 2 de abril es una manifestación tan clara, que el proceso de paz no va para ninguna parte y va tan mal, sin ninguna aceptación de la mayoría de los colombianos, que sencillamente se está cumpliendo lo que se dice en todos los mentideros sociales y políticos: el presidente Santos con todas las concesiones que está haciendo, lo que quiere es entregar el país a la guerrilla de las Farc y últimamente al Eln, que iniciaron los diálogos mostrando los dientes de su feroz comportamiento como ente criminal y narcoterrorista.

Reflexione, señor presidente, y que Dios lo bendiga e ilumine.

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