Autopsia al infierno

Comisión de la Verdad sobre el Bronx
Perseguir a las mafias y sus cómplices

A medida que avanzan las investigaciones sobre lo que pasaba en el Bronx, ese sector del centro de la capital del país que fue tomado por las autoridades hace una semana después de estar por varios años en manos de la delincuencia, las historias y testimonios sobre lo que pasaba allí son más aterradoras. Secuestros a la plena luz del día, carreteros que sacaban cadáveres escondidos entre la basura para botarlos en otros sitios de la ciudad, prostitución forzada de menores de edad, presuntas ‘casas de pique’ en donde se desmembraba a personas que eran asesinadas por las mafias que mandaban en el sector, vehículos finos que entraban a distintas horas del día y transportaban a presuntos pederastas y proxenetas, niños que eran ‘detenidos’ por los llamados ‘sayayines’ -delincuentes de alta peligrosidad que eran el brazo armado de las mafias- y nunca más se volvía a saber de ellos

A esto se suman los relatos de muchos habitantes de la calle que advierten cómo grupos de estudiantes ingresaban a la zona para participar de desenfrenadas fiestas en las que se prostituían -consentida o forzosamente- a cambio de droga. No menos reveladoras las pesquisas de las autoridades en torno a familias de delincuentes en donde todos sus integrantes tenían un rol dentro del control a sangre y fuego de cada cuadra. La creciente certeza de que elementos de la Policía, la Fiscalía y otras entidades estaban infiltrados por los llamados ‘ganchos’ o capos del Bronx, lo que habría facilitado la fuga de varios cabecillas que habrían escapado el día del operativo de las autoridades por un túnel. Decenas de personas que se creía muertas o víctimas de desaparición forzada, pero que ahora se sabe que estaban vivas pero hundidas en ese infierno del Bronx. Las versiones en torno a que al día se movían millonarias sumas en efectivo producto del microtráfico, la prostitución, el robo de autopartes, secuestros, extorsiones, sicariato, contrabando, apuestas ilegales…

Todo lo anterior lo único que confirma es que a pocas cuadras del llamado centro de poder político y administrativo de la ciudad y del país se había enquistado un verdadero infierno criminal cuyo nivel de peligrosidad apenas sí se empieza a develar y que contaba para su supervivencia no sólo con la inacción de un Estado que no acabó a su debido tiempo con el Bronx, sino que dejó que el mismo se convirtiera en un nicho delincuencial en donde todo desquicio e inhumanidad eran posibles.

Por ello, es deber del Estado no sólo recuperar urbanística, social, económica e institucionalmente todo este sector, empezando por derruir todas las casonas que fueron escenario del infierno, sino que debería crearse una especie de “comisión de la verdad” que investigue y recopile todos los testimonios y denuncias sobre lo ocurrido en el Bronx. Un equipo interdisciplinario que permita saber qué pasó con centenares de personas que entraron allí pero nunca más se volvió a tener noticias de ellas. Pesquisas que permitan identificar y desarticular las redes de prostitución infantil que funcionaron por años y que tienen tentáculos no sólo en este sector sino en otras áreas de la ciudad. Igualmente tiene que redoblarse la tarea de encontrar a los capos que manejaban la zona y su red de ‘sayayines’, de quienes se sospecha son los que están detrás de los desórdenes en la zona aledaña, manipulando a los habitantes de la calle… No hay que permitir que del Bronx pasemos a muchos sectores más pequeños en los que el infierno vuelva a resurgir.

Queda claro, entonces, que desalojar el Bronx y recuperar la zona es apenas una parte de la labor. Como también lo es buscar la rehabilitación integral de los centenares de habitantes de la calle y drogadictos que ahora deambulan por el centro de Bogotá. No hay que dejar que caigan de nuevo en manos de la delincuencia. Y paralelo a todo lo anterior hay que hacerle una especie de ‘autopsia’ a este infierno, develar todo lo que escondió a lo largo de los años y qué pasó con sus víctimas y victimarios. No hacerlo, sería injusto con las familias que aun buscan a hijos, padres, madres y hermanos que se perdieron allí.

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