Santos y Marroquín

Luis Carlos Restrepo siempre tuvo razón. Juan Manuel Santos es la encarnación de los pecados capitales; es un ser chiquito, un pobre de espíritu. 

¿Cómo diablos caímos en la celada que nos tendió?

¿Cómo, semejante individuo, fue nominado por nosotros para suceder en la presidencia al líder de la Seguridad Democrática?

¿Cómo pudimos entregarle el timón de una nación que apenas comenzaba la convalecencia, luego de sufrir por décadas la enfermedad del desgobierno?

La respuesta la encontré en dos páginas del libro de Gonzalo España, Odios fríos (La novela de Miguel Antonio Caro en el poder). ¡Qué tragedia saber que fuimos protagonistas de una comedia! Me refiero a que Santos es la repetición, en "modo" comedia, de lo que fue, hace 117 años, la elección de Sanclemente y Marroquín en "modo" tragedia.

Corría el año 1897. Mal gobernaba con puño (casi con báculo, podría decirse) de hierro, Miguel Antonio Caro. Ya casi terminaba su sexenio, y como no era posible la reelección, Caro hizo elegir como sucesores al octogenario Sanclemente (presidente) y al inútil de Marroquín (vicepresidente).

Puede decirse que Uribe no intervino en la escogencia de su sucesor, a pesar de que tenía todo el derecho y la posibilidad de señalarlo. Otros intervinimos y revivimos, sin saber y sin querer, a Sanclemente y Marroquín.

En 2010, la opinión favorable de Uribe superaba el 80% y más del 60% de los ciudadanos estaban decididos a reelegir sus políticas. Algunos insensatos creímos que el nombre del candidato era lo de menos. Y de la manera más irresponsable, terminamos decidiendo que si Santos se ofrecía para ocupar la silla de Uribe, ¡pues que la ocupara! Al fin y al cabo lo que gobernaría sería una doctrina, una propuesta política, una plataforma programática, una visión de Estado. Solo una voz clamó en el desierto: la de Luis Carlos Restrepo. “Están alimentando la fiera que nos devorará, decía”. Y nos devoró.

Volvamos, entonces, al texto de Gonzalo España. Trae él en la novela, y la reproduce en bastardilla -lo que denota que el texto existe y que no es producto de su imaginación-, una carta del presidente Caro a Sanclemente, en la que le dice lo que nosotros -los tarados que señalamos a Santos como candidato para suceder a Uribe-, dimos por sentado y por sabido. Caro y nosotros nos equivocamos, tal como lo hará constar la historia. Es seguro, incluso, que mucho se discutirá cuál de esos personajes representa la tragedia y cuál la comedia. 

En fin… Oigamos pues a Caro y a su ingenuidad de 1897, e imaginemos a otros ingenuos, en 2009, repitiendo la historia: “Usted ha acumulado una enorme sabiduría, no dudo de sus capacidades y su prudencia, pero las riendas de un caballo tan brioso como Colombia no puede llevarlas (…) (Caro puso como limitación la edad; nosotros podemos poner aquí algunos de los múltiples defectos de Santos). Usted necesita de mis manos sobre las suyas, o la bestia se nos escapará. Ocupe la silla del coche, usted se merece ese honor, yo seré su cochero”.

Marx dice que Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Yo no sé si Marroquín y Santos puedan considerarse “grandes personajes”. Pero, pienso con Marx, que hay que agregar que esas repeticiones históricas son, una vez tragedia y otra vez, farsa.

 

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