Expresidentes: ¿muebles viejos?

Alfonso López Michelsen solía decir que los expresidentes son muebles viejos que estorban. Con ello pretendía significar que una vez terminados sus mandatos deberían retirarse y dejar a los demás el gobierno y los gajes de la política. Esa sin embargo, por más de que en su momento fue una frase de impacto, no describe en lo absoluto las realidades colombianas. Menos hoy. Por el contrario, nunca como en la actualidad han cobrado una vigencia semejante. Al punto, precisamente, de que mucho de lo que gira en torno del plebiscito nace de lo que ellos digan o dejen de decir. Y es en su afirmativa o negativa, frente a la refrendación de los acuerdos habaneros, que en buena parte se está jugando la suerte de lo negociado en Cuba entre el gobierno Santos y las Farc.

El caso del expresidente Álvaro Uribe es prácticamente inédito en los anales de la historia colombiana. Primero, ciertamente, porque se reeligió de modo consecutivo sin que ello cruzara la mente de nadie dentro del constitucionalismo nacional contemporáneo y sin que tuviera que renunciar previamente como le tocó a Rafael Núñez en sus gobiernos sucesivos. Segundo porque en ambos mandatos fue elegido en primera vuelta, sin necesidad de balotaje. Tercero porque, de no haberlo prohibido la Corte Constitucional, habría arrasado electoralmente una tercera vez. Cuarto, porque ahora se convirtió en jefe de la oposición al sucesor elegido por él y para ello fundó un partido y encabezó una lista cerrada de 20 senadores, hecho único en los tiempos recientes. Y quinto porque sus índices de popularidad, desde que irrumpió en la esfera nacional, se han mantenido por encima de la cota de los demás dirigentes colombianos, hasta hoy. Un fenómeno político que, por mantener una vigencia inalterable desde hace 15 años, todavía no es motivo de la historia sino de la actualidad. Y en tal sentido, y sin medios, sigue copando una proporción importante de la política colombiana, ahora enfilado en el “No” con miras a renegociar con las Farc.

Otro fenómeno político, no menos determinante, ha sido el del expresidente César Gaviria. Artífice de la Constitución que actualmente nos rige, después de los cien años de la de 1886, gobernó una de las épocas más dramáticas de la historia colombiana. Luego pasó a ser Secretario General de la OEA y después de una década retornó al país, hace poco más de diez años, apareciendo en momentos decisivos de la política nacional. Recientemente, como jefe de debate de la reelección del presidente Juan Manuel Santos, le salvó la segunda investidura tras haberse perdido la primera vuelta. Ahora el mismo mandatario confía en sus habilidades para sacar avante el “Sí” en el plebiscito. Con ello Gaviria no solo pretende coronar la vigencia de su Constitución como un tratado de paz, de acuerdo a lo autorizado en 1990 por la Corte Suprema de Justicia, sino concretar los diálogos con la subversión que no pudo llevar a buen término durante su mandato. De haberse querido reelegir, como se le ofreció, pudo haberlo logrado en aquella Asamblea Nacional Constituyente de entonces. Por su parte, la economía colombiana no se ha salido, en los últimos 25 años, de los parámetros generales establecidos por Gaviria en su mandato.

Del lado conservador, los expresidentes están divididos. Pero tanto Belisario Betancur como Andrés Pastrana han sido los principales promotores de la llamada salida política negociada al conflicto armado en Colombia. El primero, matriculado en el “Sí”, fue quien por primera vez le dijo al país que era posible modificar el escenario belicista colombiano por la vía del diálogo y el segundo, quien ha mantenido una postura de rechazo a los acuerdos de La Habana, hizo lo propio una década larga después. El conservatismo se debate entre las dos posiciones lo cual finalmente significa que, con un directorio igualmente dividido, habrá libertad para los votantes de la cauda.

Dura pugna se observa, pues, en las altas esferas de la política colombiana. Pocas veces, o nunca, se había dado en el país un plebiscito como fenómeno divisivo de la sociedad. Al mismo tiempo la nación pensó que con la reciente prohibición de la reelección presidencial los exmandatarios saldrían del escenario político. Nada más contrario a la realidad. No parecen ciertamente muebles viejos. Lo que demuestra, a su vez, que Colombia está lejos de producir el recambio de liderazgos.

Share on facebook
Facebook
Share on google
Google+
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn

Buscar

Facebook

Ingresar