La olimpiada que Colombia le gana a Brasil

Después de una vigorosa década, las economías latinoamericanas han empezado a flaquear desde el año 2014, arrastradas por el desplome de precios del petróleo y minerales como el cobre y el carbón, que daban sustento a su bonanza. Una caída que difícilmente se revertirá, destacándose Brasil como el gran gigante en desgracia.

Pero si Brasil va mal, Colombia le sigue los pasos. Descontando la inflación de Venezuela, que el año pasado fue del 180 %, con el dato conocido para el mes de julio Colombia se lleva la medalla de plata, seguida por Brasil con la de bronce. En cuanto a la devaluación de la moneda, la campeona es Argentina, con devaluación del 170 % en los últimos tres años, seguida por nuestro país con una pérdida del 61 % y un tercer lugar de Brasil, devaluándose 42 %.

Donde nuestro país se lleva las medallas de oro es en el dato de déficit en cuenta corriente, es decir, en la tasa de desahorro, que ya asciende al 5,7 % del total de producción anual de la economía, mientras que el hueco del coloso del sur es del 3,4 %. En materia fiscal también ganamos oro, pues mientras nuestro Gobierno se gasta más de lo que le ingresa en una proporción equivalente al 3,7 % del total de lo producido en un año por todos los colombianos, esa misma proporción en Brasil es del 2,3 % de su producto. Es decir, son dos países que viven al debe, pero nuestra nación está empeñándose a velocidad mayor.

Y en materia de desempleo Colombia no sólo ha sido la líder continental, sino de lejos una de las medallistas olímpicas mundiales con su tasa de informalidad.

Pero existe una competencia en la que no es claro quién es la ganadora, y es en el tema de la corrupción, pues aunque el escándalo de robos en Petrobras sin duda supera el de Reficar, Saludcoop y el de La Guajira juntos, entre muchos otros, allá sí han caído peces gordos, como banqueros y hasta la presidenta Dilma Rousseff, por sólo sospechas, mientras que acá nada pasa, a pesar de contar con pruebas contundentes de los responsables. Por lo menos en Brasil nadie es intocable, mientras que acá los de siempre sí lo son y defienden la impunidad.

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