Los tontos repiten los viejos errores

“El colmo de la estupidez: aprender algo que luego se va a olvidar”. Erasmo de Rotterdam.

Muchos jóvenes que gritan por la paz en eventos del gobierno a cambio de refrigerios, becas o que los lleven a competencias deportivas internacionales, y los no tan jóvenes que por crédulos o despistados piensan votar SÍ en el plebiscito, desconocen unos y olvidaron los otros, cuando Colombia, como ahora, estaba al borde de caer en manos de narcoterroristas.

En los 80, Guillermo Cano, director de El Espectador, fue asesinado por enfrentarse a la toma de las instituciones políticas por parte de un cartel narcoterrorista. Él y Luis Carlos Galán, que corrió igual suerte, no resistirían ver en lo que andan sus sobrinos e hijos cuando el país está nuevamente en similar riesgo, aunque más peligroso porque el acuerdo de impunipaz convertirá a narcoterroristas en congresistas, concejales, directores de tribunales que definirán a quién juzgar y dueños de inmensos territorios con colombianos secuestrados de por vida.

Para que los jóvenes lo conozcan y lo recuerden los no tan lozanos, traigo unas palabras de Don Guillermo del libro “Tinta Indeleble”:

“Pero ¡Dios de Colombia nos libre!, esto podría suceder si el pueblo colombiano no se despierta a tiempo. No es que se diga que viene el lobo. Es que el lobo ya vino. Está entre nosotros”.

“¿Los partidos políticos colombianos tradicionales, sus nuevas fuerzas están tan deteriorados y se han insensibilizado a tal extremo que no pueden enfrentar ni afrontar con la debida energía y prontitud el desafío que les están planteando quienes quieren suplantarlos con los recursos y los sistemas que durante más de ciento cincuenta años de vida republicana hemos considerado como impuros, despreciables e indignos?”

“Colombia necesita con urgencia un absoluto deslinde, sin acomodamientos tácticos ni temores electorales ni electoreros, entre la política buena y sana y la corrompida y la corruptora”.

“Hemos cedido en los últimos años demasiado territorio al siniestro enemigo de la sociedad que es el narcotráfico organizado, soberbio, asesino y cruel. Hemos pagado con sangre demasiado limpia y honesta, como para que a las diez y últimas cedamos a quienes con sevicia y alevosía la derraman a lo largo y ancho del territorio colombiano”.

“Despertemos, más bien, del letargo y démonos plena cuenta de la gravedad del problema que para nuestra sociedad significa la amenaza de una mafia cada vez más soberbia, más fuerte, más rica, más implacable y más decidida a imponer su ley, la del crimen, por encima de nuestras leyes legítimas”.

“Por miedo, por cobardía o por presión criminal el país se ve obligado a ceder, en su ordenamiento legal y jurídico, a la voluntad de los sindicatos del crimen organizado”.

“Pobre país si al Capitolio llegan los pillos o los semipillos o los lobos disfrazados de ovejas. ¡Aún es tiempo para que Colombia despierte!”.

Estas palabras de hace 30 años parecen escritas hoy cuando vemos que un gobierno cómplice y genuflexo decidió convertir a narcoterroristas en actores políticos impunes y arrodillar al país y la constitución.

Por una paz verdadera, sin extorsión, impunidad ni premiando al delincuente, vote NO.

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