Tengo esperanza, pero poca

El que los líderes del NO y los representantes del Gobierno, entre ellos sus negociadores en La Habana, se hayan reunido por semanas y logrado propuestas para modificar el acuerdo negado en el plebiscito, es un logro inmenso que nos da esperanza. Parecen propuestas sensatas, que comienzan a destrabar y, tal vez, acercan las posiciones del SÍ y el NO.

Ahora, por orden del presidente Santos, los negociadores están en La Habana presentando dichas propuestas a las Farc. Todos los ojos estarán puestos en la reacción de dicho grupo y en la efectividad de los negociadores.

Para tranquilidad y transparencia en esta nueva etapa de negociación, se debe tomar en cuenta la idea de Martha Lucía Ramírez de que un representante del NO participe en ella, por lo menos como observador, mejor aún, como negociador. Finalmente, ese representante llevaría la vocería de la mayoría de los votantes del plebiscito, que esperan que su voto se respete.

De igual manera, es conveniente que un representante de las víctimas de las Farc tenga presencia en las negociaciones.

El grupo de trabajo de Bogotá se debe mantener como asesor en La Habana hasta que se llegue a un nuevo acuerdo. Este grupo ha reunido algunas de las mentes más capaces y más comprometidas con el país y con la paz. Algo que debía haber sucedido desde un comienzo, independientemente de las desavenencias políticas que existan entre ellos.

Se sabe que las conversaciones fueron duras, que hubo momentos de gran tensión, pero que se mantuvo la calma y la concordia. Se discutieron todos los puntos que preocupan a los del NO, aun los más difíciles de negociar. Quizá, lo más importante fue haber hecho un esfuerzo por acabar con esa inviabilidad con que se han revestido algunos temas.

Puede que no hubiera gran empatía entre los del No y los del SÍ, pero quedó claro que todos están por la paz y que todos saben que habrán de ceder en algo (o mucho) para que el acuerdo sea aceptable a todos los colombianos, inclusive a las Farc.

Claro, abundan los que quieren a toda costa emponzoñar, mantener la división, insultar desde sus medios, promover el odio. Los que ven gato encerrado en todo. A veces, esto se debe a frases inoportunas que crean desconfianza.

Frases mentirosas, como la del presidente Santos ante el parlamento inglés denigrando el triunfo del NO, no ayudan. Tampoco ayuda que monseñor Castro diga que no darles elegibilidad política a las Farc es “total tomadura de pelo”. Monseñor, por si está mal informado, la propuesta es: elegibilidad sí, después de que paguen por sus crímenes.

No les metamos miedo ni afán a estas nuevas negociaciones. Metámosle inteligencia, corazón, ecuanimidad y calma. Lo bueno toma tiempo. Este nuevo acuerdo debe hacerse de cara al pueblo, no a sus espaldas. Quizá de esa manera se interese el 63 por ciento que no votó.

El Presidente y los líderes del NO deben lograr un pacto por la paz. Algo más valioso que una invitación a Buckingham o un Nobel. Ese es el mayor premio que pueden recibir. Sí, hay esperanza, pero poca, porque hay muchos dedicados a echar leña a la hoguera de la discordia.

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