Los intelectuales y la operación rana hervida

Por supuesto, la gente no quiere guerra… Eso se entiende. Pero, después de todo, son los líderes del país los que determinan la política y es siempre algo muy simple arrastrar al pueblo, tanto si es una democracia, o un régimen fascista, o un parlamento o una dictadura comunista… con voz o no, el pueblo siempre puede ser arrastrado a los deseos de los líderes. Es fácil. Todo lo que tienes que decirles es que están siendo atacados, denunciar a los pacifistas por falta de patriotismo y poner al país en peligro. Funciona igual para todos los países. Hermann Goering

La forma más fácil de obtener el control de una población es llevar a cabo actos de terrorismo. La población reclamará la imposición de leyes restrictivas, si su seguridad personal se ve amenazada. Josef Stalin

Era de pensarse que los eminentes hombres públicos del liberalismo que llevaron hasta el último extremo la lucha civil legal contra el Gobierno del doctor Ospina y que comprometieron al pueblo en esa lucha estaban espiritual y personalmente preparados para afrontar las consecuencias de sus actos. No fue así, sin embargo. Sino que por el contrario, cuando la violencia oficial planificada se estrelló contra los pueblos, y las gentes del campo se vieron ante la alternativa de perecer o resistir y optaron por la resistencia, entonces los prohombres liberales, hasta ayer tan valerosos, exigentes e insatisfechos, o se recluyeron en sus casas y particulares ocupaciones, u optaron por la circunspección, la moderación, las buenas maneras, la cabeza fría, los amistosos acercamientos y los respetuosos memoriales.” (La violencia en Colombia, Tomo 1, cita incluida de Juan Lozano y Lozano, “Prólogo” a Las guerrillas del llano, por Eduardo Franco Isaza)

Este es un escrito sobre dos escenarios. Uno muy conocido en el que nos debatimos todos los días y el otro, sutil, peligroso, que puede acabarnos sin darnos cuenta, al que damos nombres diversos: indiferencia, abstención desencanto. Yo lo llamo el síndrome de la rana hervida.

El primer escenario conocido, el que discuten los intelectuales, es el de los líderes liberales y conservadores del 48 que hacían la política de la época, como los que hoy gobiernan el país o pretenden hacerlo a nombre del comunismo. No sé si esos señores hayan leído los párrafos citados como lección histórica para pensar en las consecuencias de su proceder. Pero si eso no es suficiente quizá pueda inducirlos a la reflexión algo más sencillo: La paz y la guerra son estados de conciencia, por lo que toda dictadura o régimen reclama, sin saberlo, el monopolio de la estupidez. Hay pueblos que no tienen constitución ni leyes escritas y viven en paz. Es decir, la política que queremos encarnar es un resultado de nuestro desarrollo o involución espiritual. Un villancico de Navidad pudo haber detenido la primera guerra mundial, pero cierta mentalidad se impuso.

Recuerdo que durante el gobierno de Pastrana, quien quería la paz y Tirofijo dejó plantado, la gente reclamaba ‘mano dura’ contra las Farc. Vino entonces el gobierno de Uribe. Hoy, quienes de manera virtual, son los que vicariamente eligen presidentes, las Farc, no quieren su gobierno en cuerpo ajeno sino propio, para continuar una nueva guerra de clase desde el poder. No aprenden.

Sin que se den cuenta, su accionar subversivo se ha venido copiando de la estrategia ‘pacifista’ de Goering y Stalin porque las Farc reclutaban tontos con el cuento del enemigo capitalista o neoliberal. Igual cosa sucede en Venezuela o Colombia en donde el enemigo se llama ‘escuálido o enemigo de la paz’ para remplazar a los chulos, bandoleros, chula vitas de los años 50. Por fin, más sabio, el pueblo aprende y no quiere la guerra. De esa manera, si la democracia es el mandato del pueblo que quiere paz ¿No cree usted entonces que el monopolio de la paz es lo que constituye esencialmente la democracia y el monopolio de cierta estupidez que produce la guerra es la verdadera dictadura, no importa que esté elegida? La sabiduría dice que conoceremos al árbol por sus frutos.

Pues si examinamos en esencia el comportamiento dictatorial, se trata de la imposición de la voluntad de un personaje mediante el poder desaforado. Por el contrario la democracia sería una disciplina libremente aceptada para permitir la vida en común.

¿Cómo se impone el dictador de diplomáticas maneras y palabras? Mediante el fraude, el engaño, la corrupción que llevan a la falsificación de los valores e instituciones democráticas: elecciones, constitución, leyes, justicia, convivencia, parlamento, cortes, etc., utilizando la ‘falsificación legal’ para usurpar el concepto de democracia. Así, Chávez sacudía el librito azul de la constitución venezolana como un talismán protector. Sin embargo, como la DICTADURA, que es el espíritu detrás de la falsificación, no puede dejar de mostrar su verdadera naturaleza, las guerras y opresiones de todo tipo surgen. Pero la sinergia de los acontecimientos tiene su manera de advertir.

Por lo que esa guerra por largo tiempo anhelada por el chavismo que entronizó el paramilitarismo de estado, es lo que le anunció el almirante Kurt W. Tidd ante el Comité de la Armada del Senado el jueves 6 de abril cuando dijo: “Venezuela se enfrenta a un estado de inestabilidad, debido a la falta de alimentos y medicamentos. La incertidumbre política continúa y hay un deterioro de la situación económica. Esta creciente situación de crisis en Venezuela podría obligar a una respuesta regional inmediata”, (Leer: Almirante de EEUU advierte de posible crisis… – El Nuevo Herald)

Simbólicamente también, se lo advirtió Trump a Maduro con el ejemplo sirio: puede destruir un alto porcentaje de la aviación venezolana de bases costeras, Miraflores, sin tocar la industria petrolera ni poner un solo hombre en tierra. Ojalá no se dé esa posibilidad. Pero los militares que saben de la guerra y son más inteligentes que el Monigote y la Canciller de marras, bien saben que están entrando en un juego geopolítico peligroso, difícil de sostener sin los petrodólares.

No descartamos que al examinar los verdaderos motivos de las guerras y la supuesta paz, encontraremos intereses ocultos que no están ausentes en Venezuela y Colombia. El excelente libro de Eric Frattini “Manipulando la historia” nos presenta a los servicios secretos detrás de 24 operaciones sicológicas de talla mundial que cambiaron la historia sin que nos diéramos cuenta porque desconocemos la manipulación que desembocó en guerras o conflictos políticos. Algunos ejemplos a la mano. El escándalo Clinton-Lewinski fue el resultado de una operación fallida de la cacería de un espía en la Casa Blanca introducido por un servicio de espionaje aliado de EE UU. El caso del ‘espía’ colombiano Justiniano Torres capturado en Alemania por contrabandear plutonio fue el montaje de los servicios secretos gringos, alemanes e israelíes para probar la debilidad en la inteligencia del estado alemán. Los detalles los puede leer en la excelente investigación periodística de Gordon Thomas “Mossad – La historia secreta.” En el 2017, si usted pone el variante gas-petróleo en el conflicto sirio y los réditos bancarios de ese negocio, quizá encuentre el hilo conductor que le permita entender.

Transfiriendo la enseñanza del escenario anterior ¿Cómo se llamaría la operación colombiana? Ya no los dijeron. “La operación sapo.” Para confirmarlo repasemos lo olvidado: “Farc a favor de la legalización de drogas ilícitas” – El Espectador, en donde leemos: “El máximo jefe de las Farc, Timoleón Jiménez, alias Timochenko, anunció que esa guerrilla favorecería la legalización de las drogas ilícitas, si se propone el tema durante la negociación de paz que mantiene con el gobierno, en una declaración conocida este martes. "El gobierno y el pueblo de Colombia (….) pueden estar seguros de que el tratamiento en la mesa (de negociación) al problema de las drogas ilícitas (…), que podrían contemplar su legalización, se desarrollará con nuestra inquebrantable y decidida voluntad", dijo en un pronunciamiento divulgado en Internet.” Si a lo anterior le agregamos “El abrazo Grasso” en donde se registra que el Presidente de la Bolsa de Valores de Nueva York se entrevistó en el Caguán con Raúl Reyes y lo invitó a invertir en Wall Street, tendrá usted el verdadero hilo conductor de ‘La operación Sapo’ que no es sino convertir a Colombia en un narco estado. Para que ese sapo sea deglutible se le llama paz. ¿Cuál libreto se sigue? El soviético.

Si trazamos la historia de la paz desde la perspectiva de dictaduras podremos verificar que durante la Guerra Fría (1947-1991), cuando la Unión Soviética y los Estados Unidos participaron en una carrera armamentista, la URSS promovió su política exterior a través del Consejo Mundial de la Paz y otras organizaciones de fachada entre las que cuentan: Conferencia cristiana de la paz, Federación Internacional de Combatientes de la Resistencia, Instituto Internacional para la Paz, Organización Internacional de Juristas Democráticos, Organización Internacional de Periodistas, Unión Internacional de Estudiantes, Federación Mundial de Juventudes Democráticas, Federación Mundial de Trabajadores Científicos, Federación Sindical Mundial, Federación Democrática, Internacional de Mujeres, Movimiento Esperanto de la Paz Mundial, etc. Es decir, los camaradas se creen los dueños de la franquicia de la paz tras la que esconden su operación actual.

Pero cuando a los pacíficos camaradas como Jean Paul Sartre y los de hoy se les confrontaba con los genocidios del comunismo, miraban para el otro lado. Recordemos: 20 millones en la Unión Soviética, 65 millones en la República Popular China, 1 millón en Vietnam, 2 millones en Corea del Norte. 2 millones en Camboya, 1 millón en los regímenes comunistas de Europa oriental, 150.000 en Latinoamérica, 1,7 millones en África, 1,5 millones en Afganistán y10.000 muertes provocadas por el movimiento comunista internacional y partidos comunistas no situados en el poder; además de los 38.000 a 85.000 en España como represión en la zona republicana durante la Guerra Civil Española. Entonces si usted suma ‘organizaciones y discursos de paz’ que producen muertos, algo no cuadra en ese universo matemático.

Y cuando miramos el panorama doméstico el Centro de Memoria Histórica presenta cuadros y porcentajes globales de un conflicto originado POR EL AFÁN COMUNISTA DE TOMARSE EL PODER resultante en secuestros, asesinatos selectivos, acciones bélicas, ataques a bienes civiles, atentados terroristas, masacres, desapariciones forzadas, violencia sexual, desplazamiento forzado, minas, reclutamiento ilícito. Entonces al abstracto ‘conflicto armado’ se le empieza a ver el esqueleto y la carne, y sus actores dejan de ser personas abstractas: guerrilla, fuerzas del estado, paramilitares, grupos ilegales; o famosos por su crueldad y cinismo cuyos rostros, sentimientos, almas y las tragedias causadas quedan para el dolor privado de las víctimas, el secreto de los sumarios, la comidilla de los periodistas. De vez en cuando, si ese alguien es importante, ese conflicto se vuelve persona, ejemplo de tragedia, heroísmo o estulticia. De esa manera como usted no ha visto a Timochenko pegarle un tiro a alguien; a Martín Sombra supervisando secuestrados, al guerrillero X violando a una jovencita; el aborto obligado de una campesina, etc., frente a esos ‘personajes’ usted reacciona como si fueran mera información debatible. No como la real amenaza de muerte que son. Hable con un superviviente de Auschwitz a ver si Hitler es debatible.

Eso llevó al El historiador Max Beloff a escribir en The Listener: “El recurso de Estocolmo no era simplemente un llamamiento a la paz; es un llamamiento a la paz en los términos soviéticos (o en los del Socialismo del Siglo XXI); a aceptar el modelo de vida soviético para nosotros mismos; porque si nos resistimos a su imposición, se recurrirá a la fuerza, que ya se está utilizando.”

A falta de una URSS a la que hay que darle cuenta, en la que Putin se ocupa de otros intereses, pero no deja de sentir la nostalgia del poder perdido, esa estupenda cortina de humo político llamada paz, es la mejor estrategia para distraer del verdadero cometido en el que los nuevos jugadores son la mafia internacional, cierto sector financiero, y unos nuevos dueños del mundo que buscan un camino para que Colombia se convierta en un narco estado, más inteligente que el venezolano, con uno de los socios en el poder. Esa es la operación Sapo al que hay que deglutir con asco. Pero cuando los pueblos despiertan, como en Venezuela o Colombia, el miedo al dictador o al terrorista desaparece. Sin embargo, hay un segundo escenario desconocido, el verdaderamente peligroso que no se discute porque es el escenario de la gente del común. Lo ilustraré con una fábula.

El país puede ser como una cacerola llena de agua fría en la que una inocente ranita está nadando. Se enciende un fuego pequeño que va calentando el agua lentamente. Poco a poco, el agua se va poniendo tibia. La rana encuentra la situación muy agradable y sigue nadando muy a gusto. La temperatura del agua va subiendo, empieza a estar caliente, bastante caliente. La rana ya no goza como antes, se siente un poco cansada, pero no por eso se asusta. La temperatura sigue subiendo, cada vez más; está muy caliente. La rana comienza a encontrar la situación desagradable, pero está tan débil que decide seguir aguantando sin hacer nada. La temperatura continúa subiendo aún más, mucho más,… hasta que llega un momento en que la rana termina… cocinándose y muriendo. Los camaradas cuentan con ese adormecimiento de las conciencias para dar el golpe o manipular.

No sé si usted pueda ver que en Venezuela aunque la mayoría de la gente estuvo disgustada con Chávez por muchos años, aguantó; con Maduro las cosas se pusieron muy calientes, pero allá todavía la gente no se cansa, hasta que desemboca en una lluvia de huevos y piedras contra el dictador en un fuerte chavista. En Colombia con las Farc y Santos, aguantamos muchos años; sin embargo, los cambios escandalosos, tanto allá como acá, se pueden convertir en la rutina del debate mediático por lo que la forma lenta de lo letal escapa a la conciencia, no provocando respuesta significativa por nuestra parte, hasta que… o bien se reacciona cuando aún se está a tiempo, Colombia; o no hay remedio para las consecuencias que desembocan en la guerra, la muerte.

Algo similar ocurrió con los alemanes quienes no se dieron cuenta del lamentable surgimiento del Tercer Reich porque estaban cómodos con el triunfalismo y la discusión intelectual del supremacismo alemán. En nuestro escenario tenemos la anunciada tragedia de Mocoa, la crisis económica que el presidente niega, el innegable problema de la salud y la entrega al abandono, el abuso del fast track y las leyes habilitantes, la corrupción, la sombra ominosa de las Farc como cogobierno, como ilustración de una sociedad que cómodamente se va acercando a la condición de rana hervida. Estos son los escenarios que la historia consigna como reales en los que aparece el populista que le ofrece un falso remedio a la rana cansada, Hitler.

En contraste, cuando el verdadero intelectual piensa en los demás y sale de su burbuja de importancia, surge, después de Pearl Harbor, Roosevelt, un presidente que escondía su invalidez para no descorazonar a su pueblo. En su discurso de la infamia, el 8 de diciembre de 1941, muestra el duro, amargo y verdadero camino hacia la victoria convirtiendo un ejército, inferior al alemán, en el que le daría la libertad a Europa. No desconoció el descalabro, pero tampoco se entregó como lo hizo Vichy en Francia. Dijo Roosevelt esa noche: “Las hostilidades están ahí. No podemos negar el hecho de que nuestro pueblo, nuestro territorio, y nuestros intereses están en grave peligro. Con confianza en nuestras fuerzas armadas, con la determinación ilimitada de nuestro pueblo, ganaremos el triunfo inevitable – con la ayuda de Dios.” Tomemos nota.

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