Uno de los males del Cauca

En múltiples ocasiones hemos escuchado las denuncias que se han hecho en contra de los dirigentes de algunas de las organizaciones indígenas de Colombia, más estrictamente en el Cauca. Este es uno de los tantos males con los cuales cuenta nuestro departamento.

Estas comunidades cuentan con varios y especialísimos beneficios, que ningún otro colombiano posee. Si bien es cierto que debemos proteger las costumbres ancestrales de tales agrupaciones y preservarlas en el tiempo, tampoco podemos –y hablo como sociedad- seguir firmando cheques en blanco para que estas hagan lo que su real voluntad les indique.

Al interior de estas organizaciones se cuenta con una estructura jerárquica, muchos de los placeres y lujos de los cuales goza la dirigencia jamás siquiera podrán soñarlos aquellos que pertenecen a la base. Esto ha permitido que la corrupción también haya buscado nido allí, y el amiguismo o el “yo te ayudo, tú me ayudas” operen de igual forma que en el resto del país. El poder con el que cuentan ha llegado hasta los grandes círculos de la nación, y desde allí ayudan a manejar los hilos para que no se les afecte, y, por el contrario, se les continúe beneficiando.

¿Por qué deben ellos gozar de tales privilegios y no lo pueden hacer también otros sectores como el campesinado, por ejemplo, sector vital de cualquier país? Que por cierto, la Constitución del 91 los dejó en el olvido absoluto.

Otro aspecto son los resguardos indígenas, extensas áreas de tierras que poseen, y que, en muchos casos, son improductivas, e incluso algunas son destinadas para los cultivos de uso ilícito. No basta sino mirar a Caloto y alrededores, donde pulula la coca y la marihuana. ¡Qué forma de hacer “recursos”!

En el Cauca hemos sufrido la furia indígena. Muchos han tenido que dejar todo lo trabajado y adquirido de forma honesta, ya que so pretexto de la “recuperación de la madre tierra” algunas agrupaciones indígenas invaden y se apropian de las propiedades de particulares. En Aguas Tibias, atractivo turístico del departamento, estas comunidades bloquearon el ingreso, reclaman que les pertenece, por el simple y flaco comentario que la madre tierra le es toda a ellos. Hemos visto como ha faltado autoridad y determinación por parte de las instituciones locales, departamentales y nacionales en hacer valer los derechos del propietario. ¡Qué tristeza!

Por otro lado, también es conocido que muchos de ellos deciden aliarse con grupos armados, bien sea por simpatía ideológica o por simples negocios. Cualquiera que sea la excusa es repudiable de plano. Recuerde estimado lector los enfrentamientos con la Fuerza Pública, en donde muchos de estos “inocentes” indígenas tenían escopetas e incluso fusiles y misiles artesanales. Ni tampoco olvidar el doloroso episodio cuando a arrastras sacaron a nuestros militares de la base militar de Toribio; tiempo después se conoció que detrás de tal acción estuvieron miembros de Farc, entre ellos el poco capaz de Pacho Chino, quien hoy vive como rey con nuestros impuestos.

Estos poquitos hechos no son ni el 1 % de todas las alianzas, triquiñuelas, corruptelas y barbaries que llevan a cabo algunas de las comunidades indígenas en Cauca. Las más graves denuncias las han realizado quienes pertenecen o pertenecieron a estas mismas organizaciones. Algunos han sido asesinados en el camino, otros, como Diana Perafán, han sacrificado su hogar y su estabilidad y han presentado diversas denuncias y demandas en contra de la dirigencia indígena. Hasta el momento el gobierno y el Estado se han hecho los de los oídos sordos.

Por lo pronto, seguiremos extendiendo nuestra mano para acompañar a estas personas que tienen la valentía de desenmascarar a tales “líderes”. La verdad y la justicia deben triunfar, los bellacos no pueden seguir saliéndose con la suya.

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