¿La cantidad sobre la calidad?

La solucionó privilegiando la cantidad sobre la calidad, o, al menos eso creo.

Esa es la consideración que la dirección del Centro Democrático, CD, tomó al abrir las listas al senado. Sus 20 senadores, encabezados por el expresidente Uribe, han sido un ejemplo bastante aproximado de lo que debe ser una bancada parlamentaria de un partido en una democracia liberal moderna: se originó en una decisión de partido, que, bajo la batuta de Uribe escogió un puñado de candidatos por méritos, muchos de ellos, desconocidos para los colombianos sin considerar la existencia de recursos individuales propios para la campaña y tratando, en lo posible de tener equilibrio regional, sin que este primase sobre la calidad. De esta manera, el partido asumió la responsabilidad política y el costo económico de la elección, poniendo fin a una de las peores lacras de nuestro ordenamiento jurídico: las microempresas electorales, fuentes de corrupción por la prevalencia de los intereses particulares y de falta de cohesión doctrinaria y política.

El resultado ha sido el admirable comportamiento político de la bancada, que ha actuado según los principios y doctrinas del Partido, fiel a los intereses supremos del país y a su electorado y con unidad y disciplina de trabajo. Esto generó admiración, confianza y respaldo entre los ciudadanos, que comparaban esta forma de hacer política con el caos y la corrupción de las otras formaciones en el Congreso. De hecho, este ejercicio destacó aun más a Uribe, señalado de ser caudillista, como conductor y educador de líderes que pueden asumir la dirección de la nación en escenarios tan turbulentos como el actual.

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Ahora bien, es cierto que la composición actual de la bancada del CD dejó a importantes territorios sin representación en el Senado y esto es algo que hay solucionar en las próximas listas para dar voz y fidelizar a miles de electores. También es verdad que la compleja situación del país, al borde de la desintegración de su democracia, exige un esfuerzo electoral monumental para ganar el Congreso y las elecciones presidenciales, de ser posible, en la primera vuelta. Se necesita, entonces, un parlamento que asegure el apoyo de las iniciativas del futuro presidente y líderes regionales que sean capaces de movilizar a miles de ciudadanos, allá en sus sitios de influencia, para elegir el nuevo mandatario. De ahí que, es de suponer que la disyuntiva de Uribe haya sido, lista abierta, con dirigentes con votos propios, a pesar del riesgo de perder el control del Partido más adelante y aumentar las probabilidades de corrupción; o lista cerrada, en la que recaería sobre sus hombros el peso de tirar el carro de los electores. Y la solucionó privilegiando la cantidad sobre la calidad, o, al menos eso creo.

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Es una apuesta arriesgada. Desde el punto de vista organizacional, para mí, es un paso atrás. Los partidos de las democracias modernas funcionan con listas cerradas. Las listas abiertas son una desgracia. Basta ver lo que pasa en el partido liberal y de la U. Además, los microempresarios electorales que llegan al partido, pueden tener votos, pero, tal vez no tantos como los dirigentes del CD imaginan; y si no, cómo se explica el afán que tienen de arrimarse al árbol de Uribe. Es que saben que la presencia de éste en la lista les da más votos, por obra y gracia del arrastre electoral, que los que ellos puedan poner. Es un paso atrás, también, porque se vuelve a esta práctica luego de haberla superado parcialmente (pues, recordemos la cámara fue elegida con lista abierta). Pero claro, todo esto es una reflexión de un teórico que no tiene la composición política del país, más allá del seguimiento diario del acontecer real hecho con ojos de analista, ni cuenta, tampoco, con el mapa electoral ni sus pormenores electorales, como los tiene en la cabeza Uribe. El expresidente puede pensar que el método de elección es sólo un medio para llegar al fin, que es la conquista del poder para salvar la democracia gravemente asediada que no se comporta de la misma manera que una estable y fuera de peligro, y actúa en consecuencia, haciendo un cálculo electoral. Está en su derecho. Ojalá le funcione. Porque no tendremos otra oportunidad en muchos años.

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