Cruda realidad / La ‘trama rusa’: el zombi que se niega a morir

Me desafía mi jefe a que 'pruebe' que la insidiosa 'trama rusa' que esgrime contra Trump el establishment americano es falsa, y la primera sensación es de desánimo. Pero ¿vienen los rusos o no vienen los rusos?

Miren, la dichosa teoría de las conspiración es algo así como el Jason de ‘Viernes 13’, que no importa cuántas veces se acabe con él, siempre vuelve en una nueva secuela de la interminable serie.

La ‘trama rusa’ es un zombi al que no hay bala que logre tumbar, sencillamente porque resulta demasiado útil como mito para los antitrumpistas, que con ella salvan su ego herido por la derrota electoral (“no nos ganó ese patán, sino todo el poder del Kremlin actuando en la sombra”), atan corto al presidente para que no le ponga ojitos a Putin y ponen en marcha investigaciones en las que siempre podrían encontrar algún dato sucio sobre Trump para filtrarlo a los medios.

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Ni siquiera es fácil concretar en qué consiste la trama, como suele pasar con todo mito que se intenté hacer pasar por realidad. Es mucho y muy grave lo que sugiere; y nimio y vago lo que al final pretende ser.

Lo insinuado es que Putin manipuló los resultados electorales de modo que dieran a Trump una victoria que correspondía en realidad a Hillary, tras una secreta conjura entre agentes del Kremlin y la campaña del entonces candidato.

Eso es, como se ha dicho, reconocido y demostrado hasta la extenuación, imposible.

De hecho, si uno pregunta a los que jalean esta indestructible ‘fake news’, admitirán esto, alegando que la conjura no se refiere a la manipulación del voto, sino del votante mediante propaganda en redes, esparciendo noticias falsas y espiando informáticamente al rival, los célebres correos del Comité Nacional Demócrata publicados por WikiLeaks.

Lo que está saliendo a la luz es exactamente lo contrario: que los sometidos a escuchas clandestinas fueron Trump y su equipo, como tuvo que reconocer la anterior secretaria de Justicia con Obama

Señores, tengo una noticia para ustedes: para que en unas elecciones en las que se elige al hombre más poderoso del mundo haya propaganda manipuladora, noticias falsas e incluso espionaje del rival no hace falta en absoluto agente extranjero alguno. Es exactamente lo que suele pasar en todas.

En cuanto a lo último, espionaje del rival, lo que está saliendo a la luz con datos cada vez más incontestables es exactamente lo contrario, a saber: que los espiados y sometidos a escuchas clandestinas fueron Trump y su equipo, como tuvo que reconocer la anterior secretaria de Justicia con Obama.

Por lo demás, tiene su lógica, ¿no? ¿Quién manda en los espías, quién tiene todos los ases en el juego, quién dispone de los instrumentos, sino el propio Gobierno americano, en el caso que nos ocupa decidido a que no saliera elegido Trump?

Aunque una negativa es imposible de demostrar -es quien alega el que debe hacerlo-, sí es fácil preguntarse si es razonable o no, si tiene o no sentido. Y, sinceramente, no hay por dónde cogerla.

Pasaré por alto los vídeos grabados con cámara oculta en los que productores de la CNN reconocen no creer en la trama, y machacar con ella porque da audiencia.

Podría insistir en que Mueller, responsable de la investigación sobre la trama, lleva ya medio año hurgando con todos los medios a su disposición sin encontrar un solo indicio, o en que su equipo está lleno de furibundos clintonitas que han hecho explícito su odio hacia Trump en correos electrónicos ahora en poder del Congreso.

Pero hay, por encima de todas, dos razones que me convencen de que estamos hablando de la nada más absoluta.

La primera es que se trata de Rusia y Estados Unidos, y aunque los medios quieran inflar el poderío de la primera, basta un vistazo somero a los datos cuantificables de un país y otro para advertir que, comparativamente, son un enano y un gigante, que los recursos que pueda dedicar la primera quedan en nada comparados con los que maneja el segundo.

Hará ya bastantes meses se conoció el formidable arsenal de guerra cibernética del que dispone la CIA.

Se supo que la inteligencia americana puede espiarle en cualquier momento a usted, sí, a usted, desde su móvil, su tableta, su ordenador o incluso su televisor, si es de los de última generación. También que cuentan con medios de llevar a cabo ataques informáticos haciendo parecer que proceden de una potencia distinta.

Y con este arsenal, con 16 agencias de inteligencia con un presupuesto inigualable supervisando todo lo que pueda interesar a Estados Unidos, ¿pretenden que si la campaña de Trump se hubiera coordinado con el Kremlin no tendríamos ya hace un año todos los datos a la hora del desayuno? ¡Por favor!

La segunda razón es ese famoso ‘cui bono’, a quién favorece, que es la primera pregunta que deberíamos hacernos en estos casos y, en general, en todo lo que sucede en la opaca escena internacional, ese juego de humo y espejos.

Trump no solo ha confirmado, sino incluso aumentado las sanciones contra Rusia. Tillerson, su secretario de Estado, ha tenido durísimas palabras contra el régimen de Putin.

Con la fama de listo que tiene Vladimir, si ha ayudado a Trump a ganar ha hecho un pan con unas tortas

Fuerzas americanas bombardearon en Siria una base usada por los rusos, en una operación que le puso en riesgo de enfrentamiento bélico directo con Moscú. Estados Unidos ha expulsado al consul ruso en Los Ángeles.

Washington ha enviado a Ucrania una nueva remesa de sofisticado armamento antitanque manteniendo el avispero en ese ‘patio trasero’ de Rusia. Y mantiene tropas y maniobras miltares en la frontera de Rusia con los países bálticos.

Realmente, con la fama de listo que tiene Vladimir, si ha ayudado a Trump a ganar ha hecho un pan con unas tortas.

No hay nada, no hay ‘trama rusa’; lo que hay es un mal perder patológico de un pensamiento único acostumbrado a imponerse sin (verdadera) oposición durante demasiadas décadas.

Y para lo único que está sirviendo la falsa conjura es para revelar conjuras muy reales contra Trump y para que el prestigio de los grandes medios quede a la altura del betún.

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