Jueces sin vergüenza

“El juez perverso, condena a la paloma y libera al cuervo”

La ley, imperfecta como todas, pero también perfectible si no es vana, es el acuerdo fundamental de una sociedad que le permite sobrevivir y hasta prosperar. Pero cuando la ley está al servicio de quienes la incumplen, o incluso es diseñada por ellos como la Justicia Especial para las Farc, JEF; cuando quienes están encargados de ejecutarla y hacerla cumplir parecen secuaces de quienes la violan, ya sea por intimidación o por que coinciden ideológicamente con los delincuentes, entonces la viabilidad de la sociedad es nula.

En un documento de 2016 el actual Papa les decía a jueces y magistrados: “Ustedes están llamados a dar esperanza en el hacer la justicia. Desde la viuda que pide justicia insistentemente, hasta las víctimas de hoy, todas ellas alimentan un anhelo de justicia como esperanza de que la injusticia que atraviesa este mundo no sea lo último, no tenga la última palabra”.

Pero parece que de eso no aprendieron algunos miembros de nuestras altas cortes. No es una revelación de último momento que parte de la actual cúpula judicial pertenece a la generación que se “formó” durante la época en que las revoluciones comunistas eran los referentes del momento, y por eso se tragaron el cuento de las “causas objetivas de la violencia”, todavía el estándar conceptual en muchas escuelas de Derecho en nuestras universidades, y que, según ese discurso falso y perverso, el delito está justificado por la pobreza o la desigualdad. Por eso oímos no hace mucho al presidente de una alta corte decir sin vergüenza alguna, que los asesinatos de los guerrilleros eran distintos a los de cualquier otro bandido porque eran por una “causa justa”.

Uno no sabe si correr o vomitar cuando oímos al Consejo de Estado decir que los que deben pagar por la bomba del Club El Nogal somos todos, menos los que la pusieron, y a la Corte Constitucional cuando defiende a los violadores de niños y niñas de la guerrilla narcoterrorista, porque en el diabólico acuerdo de impunidad que firmaron con el anterior gobierno, delitos como el narcotráfico no lo es, porque es un efecto colateral de la necesidad de financiamiento de una organización, y también está “justificado” violar niños y niñas de hasta nueve años, hacerlas abortar en la mitad de la selva con herramientas de carpintería por un matasanos de camuflado y AK-47 al hombro. Por eso quienes sobrevivieron a tales atrocidades, porque no era su día o porque no fueron fusiladas al no poder oponerse, quedaron con daños de por vida en sus sistemas urinarios.

Para estas “altas cortes” que repugnan al pueblo colombiano, esos atroces crímenes son solo “gajes del oficio guerrillero” y deben ser “condenados” por la JEF con el planeta por cárcel y pestañear cinco veces a la semana. Con razón dice el Talmud: “Desgraciada la generación cuyos jueces merecen ser juzgados”.

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