Para no olvidar

Ver las sesiones donde las víctimas del secuestro de las Farc narran sus tragedias es asomarse al abismo en que caímos por acostumbrarnos al horror. Y es reconocer hasta dónde podemos llegar si toman el poder y si permitimos que se imponga la palabrería de quienes se proclaman defensores de los derechos humanos, abanderados de la paz y representantes del pueblo.

Desde el pasado lunes, esas víctimas han contado sus historias ante la Justicia Especial de Paz. Las narraciones desnudan en toda su dimensión hasta dónde llegó la aberración de la guerrilla que se proclamaba ejército del pueblo.

Cadenas en el cuello que impiden tragar y que debían cargar de noche para dormir o en caminatas eternas. Seres humanos afectados por el paludismo, por la leishmaniasis, víctimas de infartos, comas diabéticos, diarreas sin final, afectados por enfermedades extrañas que no reciben auxilio médico y son obligados a hacer sus necesidades fisiológicas en la cama o frente a sus compañeros, mientras sus secuestradores ríen o aumentan los castigos si protestan.

Campos de concentración, alambradas para evitar su fuga mientras los filmaban y los mostraban como trofeos. Obligarlos a dormir encima de hormigueros, de nidos de garrapatas, al lado de las letrinas, expuestos a toda clase de bichos. Dejarlos cerca de la muerte sin atención y luego recuperarlos a la brava porque necesitaban grabar ‘pruebas de supervivencia’, miserable recurso para extorsionar a la sociedad colombiana.

Mujeres obligadas a desnudarse mientras son apaleadas, a caminar jornadas eternas sin zapatos, a presenciar los abusos contra sus compañeros. Condenarlos al silencio por años, decirle que sus hijos están muertos. Tortura física y sicológica brutal, que pretendía quebrantar su voluntad y saciar a sus victimarios mientras los cabecillas de las Farc, todos, se proclamaban amantes de la paz, como Hitler o los tiranos de Venezuela.

Es imposible no conmoverse con el horror que describieron el general Luis Mendieta, Alan Jara, Luis Eladio Pérez, Ingrid Betancur, Orlando Beltrán, Consuelo González, Sigifredo López, Jorge Eduardo Gechen, con los familiares de los Diputados del Valle y tantos otros que duraron años secuestrados o fueron asesinados. Son historias que muestran la degradación moral de quienes los usaron para sembrar el miedo.

Todo eso se puede ver en las sesiones de la JEP que transmiten en internet. Y falta mucho por escuchar de lo que fueron los cincuenta y dos años de terror personificado en las Farc. Ese grupo que consiguió sentar a un gobierno durante seis años para inventar la manera de ofrecerles impunidad, curules en el Congreso y todos los derechos posibles a quienes autorizaron semejante degradación de la condición humana.

Esa es la razón por la cual perdió el plebiscito para aprobar el acuerdo con las Farc. Y si algo justifica la JEP son esas sesiones donde las víctimas narran los horrores que padecieron. Ojalá, el español Enrique Santiago las vea y compruebe que sus maniobras, aceptadas por ilustres juristas, por gobernantes condecorados, por lagartos que se proclaman líderes de la paz, no pudieron impedir que se conociera la inhumanidad y la barbarie de sus defendidos.

Esos personajes, los jefes de las Farc, no lograron quedar impunes ante el pueblo por los crímenes que envolvieron en razones políticas para justificar su barbarie, aunque ahora estén en libertad y van al Congreso al lado de quienes fueron víctimas de su crueldad.

Share on facebook
Facebook
Share on google
Google+
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn

Buscar

Facebook

Ingresar