Redefiniendo el contrato social: alternativas al IVA extendido y al aumento del salario mínimo

Salarios mínimos por sectores y participación marginal de empleados en utilidades de empresas son opciones.

Una cosa buena del riesgo de llegada del populismo al poder en 2022 es que obliga a tomarse en serio cuestiones fundamentales de la sociedad. El modelo económico, la desigualdad, el “contrato social”, el régimen democrático liberal. El riesgo de un cambio catastrófico obliga a evitarlo.

Cuando el expresidente Uribe reacciona a los anuncios de extensión del IVA a productos básicos de la canasta familiar haciendo propuestas de aumento del ingreso de los trabajadores vía salario mínimo o prima está apuntando a la cuestión de la desigualdad en la distribución del ingreso, más allá de contener el malestar popular con el gobierno y el Centro Democrático.

De hecho, la promesa de campaña de Duque de “menos impuestos, mejores salarios” es una promesa de redefinir varios “fundamentales”: entre Estado y empresas, entre capital y trabajo, y de equidad tributaria.

La premisa de un “Estado austero” liberado de la corrupción y el propósito de desatar la fuerza del “emprendimiento” como autorrealización económica y social completan el esquema de una visión de sociedad que contrasta agudamente con el estatismo, el anti-empresarismo y el asistencialismo que no enseña a pescar.

Algunos creyeron que la oposición durante Santos solamente se trataba de las Farc y tal vez de la corrupción generada por la mermelada. En realidad, era la expresión de un proyecto político que tiene una variación de las ideas de Estado, economía y cultura que imperan hoy en la sociedad colombiana.

El propósito de la oposición no era elegir un gobierno, sino llevar un proyecto político al gobierno, con la responsabilidad de tener éxito y no ser la antesala de un cambio ruinoso de orientación del país.

De eso se trata en el fondo la actual discusión del IVA y el aumento de los ingresos del trabajo. Una discusión prisionera de unos términos, como si no pudiéramos usar más. Comenzando por lo segundo, “mejores salarios”, es posible pensar una fórmula que promueva productividad y equidad para redefinir un poco el trato entre capital y trabajo, así:

i) en lugar de un salario mínimo único, salarios mínimos por sectores (21% de países lo fijan por sector u ocupación), según la productividad y competitividad de estos; no por regiones, como se ha propuesto en el pasado, porque a las regiones menos productivas les molestaría y porque dentro de estas puede haber sectores altamente productivos; y

ii) en vez de aumentos salariales no sustentados en la productividad ni en la rentabilidad, participación marginal de los empleados en las utilidades de las empresas, como ocurre ya en compañías colombianas muy exitosas (una del alcalde de Cali, Maurice Armitage, por ejemplo).

Estas dos medidas combinadas con una política decidida de reducción de costos no salariales para aumentar dramáticamente la formalización, que además remite a “menos impuestos” y a simplificación de trámites y regulaciones, podrían transformar al menos la cultura de la relación capital-trabajo y lo que de ahí se desprende.

Respecto de extender más el IVA a productos de la canasta familiar, el gobierno debería mostrar primero cómo va a cumplir la “austeridad” y segundo, convocar un gran pacto político para echar mano de las regalías.

Con mayorías precarias en el Congreso, al gobierno no le aprobarán más IVA para canasta familiar, quedándose de nuevo con el pecado y sin el género. Pero en cambio es más probable un pacto político para la delicada operación constitucional y legal de financiar parte importante del faltante presupuestal con plata de regalías que reposa en los bancos.

Algo bueno de nuestro “santanderismo” es que solemos encontrar las formas legales para hacer cualquier cosa. Recuérdese el reciente fast track.

Lo que debe entender el gobierno es que la credibilidad y las cosas de fondo como sociedad que están en juego valen más que $ 14 billones de pesos.

Ahora, si el punto es no rebajarles el IVA a los huevos y la leche deslactosada que consumen los estratos altos, pues se les puede recoger ese dinero de otro modo, menos traumático para todos. Si la cosa es que nos importa cinco la clase media, pues entonces no se entiende en qué proyecto político estamos.

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