2018 político: incertidumbre y expectativas

Terminó un gobierno con baja popularidad pero con margen de gobernabilidad gracias al Congreso y a las cortes, y comenzó otro que busca nuevas formas de acción.

La campaña para Congreso, la presidencial con su doble vuelta electoral, los interesantes debates entre los candidatos y la aplicación de los acuerdos de La Habana que dieron entrada inmediata al escenario político a exguerrilleros con temibles prontuarios, fueron los hechos que marcaron la agenda política colombiana en 2018.

Al inicio del año las encuestas electorales marcaban un escenario de preferencias muy distinto al que luego reflejaron las urnas. Naturalmente las campañas hacen cambiar esas preferencias y, de hecho, las últimas encuestas, en general, acertaron con los resultados finales. La sorpresa fue el desmoronamiento del candidato Germán Vargas Lleras –en contravía del resultado de su partido en las elecciones para Congreso– y la exigua votación por el candidato que personificaba lo que fue el proceso de La Habana entre el Gobierno Santos y las Farc, Humberto De la Calle.

También las Farc habían tenido su propia dosis de rechazo en las parlamentarias, donde sus cabezas de lista no superaron los 60 mil votos. Tenían, no obstante, 10 curules aseguradas, dos de ellas después en el limbo pues sus ocupantes –alias Iván Márquez y alias Jesús Santrich– por diversas razones no se posesionaron. Otros de sus excabecillas sí están en el Congreso, y el país ha asistido a la hiriente paradoja de verlos pontificando en asuntos como políticas anticorrupción o condenando ataques violentos, sin que en ningún momento hayan rendido –todavía– cuentas sobre crímenes de lesa humanidad o reparando a sus miles de víctimas de minas antipersonal o de secuestro.

Y si para el Congreso todos los partidos dieron la batalla, y el expresidente Álvaro Uribe logró las más alta votación jamás lograda en Colombia para un senador, seguido del exalcalde Antanas Mockus, en las presidenciales fueron decantándose dos bloques, el del centro derecha del uribismo con Iván Duque, y el de izquierda con Gustavo Petro. Ellos y los otros candidatos sostuvieron decenas de debates en los que perfilaron las opciones y en los que quedaba reflejado el talante personal y las visiones de la política, la economía y la sociedad.

Si a Juan Manuel Santos lo acosaba la impopularidad aunque sin que por ella perdiera margen de gobernabilidad ni manejo del Congreso –con enorme dosis de entrega de recursos y puestos– y de las altas cortes –todas sus “leyes habilitantes” fueron convalidadas– al presidente Duque Márquez lo cercan una y otra: los bajos índices de aceptación, derivados quizás de la incertidumbre por el rumbo de su gobierno y por las altas expectativas creadas, y el escaso margen de maniobra con el Congreso por su negativa –hasta ahora– de hacer manejos con “mermelada”.

Hay que tener en cuenta también que entró en vigencia el Estatuto de la Oposición y los partidos, que hace más exigentes las normas de comportamiento político y parlamentario, y resta posibilidades a los partidos y a sus dirigentes de saltar de un lado a otro, de la oposición a las coaliciones con el Gobierno, por lo cual hay que abrir nuevas formas de relación entre el Ejecutivo y el Legislativo, donde hay una oposición consolidada y actuante.

En ese proceso de buscar la gobernabilidad tampoco ha sido fácil la coordinación entre el Presidente y su grupo parlamentario, que no alcanza a ser mayoritario para definir la aprobación legislativa de los proyectos del Gobierno, y cuya actuación no siempre es entendida por sectores de opinión que, paradójicamente, parecen querer negarle la capacidad de actuación política cuya legitimidad deriva, ni más ni menos, que del voto en las urnas.

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