Al ELN no hay que medirlo por la cantidad de hombres que tiene en armas. Hay que hacerlo es por la capacidad política y militar que tiene en las regiones y barrios de las ciudades donde hace presencia: la frase es de uno de los hombres de inteligencia militar que más conoce a la guerrilla que esta semana propinó el más duro golpe contra la Policía en la historia reciente del país.

Pero no fue el único ataque. A mitad de semana confirmaron que es de su autoría el secuestro de los tripulantes del helicóptero al servicio de la Brinks, que llevaba una millonaria suma y que fue derribado en San José de El Tarra, Norte de Santander.

La ofensiva, según el comunicado, se hizo con “unidades antiaéreas del Frente de Guerra Nororiental”.

Sorprendió la revelación de que el ELN cuente con baterías para derribar aeronaves; tanto, que pasó desapercibido el hecho de que tuvieran información de que a bordo de ese helicóptero iban $1500 millones y pocos repararon en la capacidad de inteligencia de sus estructuras.

Dos días después de ese mensaje, y cuando el país se preguntaba por la suerte de la tripulación, un carrobomba con 80 kilos de pentolita mató a 2o policías que hacían el curso de cadetes en la Escuela General Santander de la Policía. Allí también murió el prsunto victimario y quedó claro que la inteligencia de esa guerrilla, con la que se ha intentado un accidentado proceso de paz, fue superior a la contrainteligencia del Estado.

“En el campo militar, el ELN demuestra que no tiene voluntad de negociar”, dijo la fuente, que explicó cómo operan las facciones al servicio del Ejército de Liberación Nacional.