Vender 8,5% de acciones de Ecopetrol como capitalismo inclusivo

Llegar al millón de accionistas para un giro ideológico y cultural de la sociedad colombiana.

Es de temer, por declaraciones de MinHacienda, que un gobierno elegido por un partido que se opuso a la venta de Isagén quiera enajenar un paquete accionario importante de Ecopetrol con razones más discutibles que las del caso de Isagén, es decir, no para financiar otro activo, sino gasto corriente.

Sería una delicia de papaya para la oposición. Sin embargo, el gobierno Duque tiene un antecedente en el acervo o legado del que es tributario para darle una vuelta a la discusión: las democratizaciones accionarias de Ecopetrol de 2007 y 2011, que convirtieron a más de 400.000 colombianos de escaso y moderado capital en propietarios de la petrolera.

Una cosa es vender esas acciones a grandes inversionistas y lidiar con los cálculos de los ingresos por dividendos futuros que se pierden y otra cosa es decir que esa rentabilidad irá al bolsillo de cientos de miles de colombianos de clases medias.

Ese solo punto debería inducir a reconsiderar el carácter de la enajenación. Pero en realidad en el contexto de cuestionamiento populista al modelo económico y social, lo que está en juego es mucho mayor y estratégico, si se diseña y presenta mal, sin instinto político (como la extensión del IVA), esta operación sensible de Ecopetrol, dándole combustible a la visión petrista.

Debería ser obvio que está en juego el aprovechamiento racional de los hidrocarburos en Colombia. En el actual clima político y social la discusión de cómo aumentar las reservas de crudo es muy difícil, así sea evidente que no podemos prescindir de esa fuente de ingresos para el Estado y que en siete años no sustituiremos los combustibles fósiles.

La discusión cambiaría si hay un millón de colombianos tenedores de acciones de Ecopetrol, dispuestos a una comprensión más equilibrada del desarrollo sostenible. Véndales las acciones a unos grandes capitalistas y en muchos municipios habrá gente dispuesta a evitar que les suba la cotización de la acción.

Esto lleva a que el 8,5% de las acciones de Ecopetrol (no pasaría una ley para enajenar más) es una oportunidad para avanzar en la respuesta que el gobierno y la coalición de gobierno pueden dar a la pregunta sobre el tipo de capitalismo para Colombia y, concomitantemente, sobre el tipo de sociedad.

Dejar que sea la izquierda la única que se encargue de la desigualdad y la inequidad no es buena idea. La búsqueda de soluciones en contra del capital o sin capital no ha mostrado buenos resultados económicos y sociales, aunque sí electorales para los que cabalgan sobre la frustración social.

Los populistas no profundizarían el capitalismo incorporando a “las masas” porque se les vuelven liberales conscientes en economía y “conservadores” a la hora de votar por propuestas poco prácticas, todo lo contrario de su proyecto.

El “capitalismo inclusivo” no es solamente que aumenten los ingresos de los trabajadores, sino que las personas del común se vuelvan propietarias, “capitalistas”, y reciban ingresos “sin el sudor de su frente”, participando en la creación de riqueza en los mercados a través de recursos que usualmente no están a su alcance pero pueden estarlo por asociación de pequeños o alianzas con grandes capitalistas.

Las democratizaciones accionarias, la formalización, la simplificación regulatoria, una política de emprendimiento, las alianzas productivas, el pago oportuno a los pequeños proveedores, son piezas de un modelo para armar con imaginación y visión en un tiempo disruptivo por la cuarta revolución industrial y en un país con una parte en estado preindustrial.

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