Las mujeres domadas de las Farc

Es muy común que las mujeres piensen que soportar el maltrato y la crueldad y luego perdonar y olvidar es una muestra de compromiso y amor. Pero cuando amamos bien sabemos que la única respuesta sana y amorosa al abuso es alejarnos de quien nos hace daño. Bell Hooks

Quien esto escribe estudió a fondo el libro de Esther Vilar “El varón domado” que fue objeto de mucho debate y ataques contra la autora por parte de feministas porque EV presenta la otra cara de un imbécil patriarcado opresor; es decir, la inteligencia secreta que la mujer usa para defenderse, del ‘dominador’ quien es en realidad dominado y utilizado sin que se dé cuenta. A algunas amigas les parecía divertido el asunto y no negaban ser protagonistas de algunas diabluras. Ese tira y afloje de los sexos sobre quién es cómo, y por qué, inspirador de bromas, doctos artículos, sabiduría popular; o el llegar a imaginar que las mujeres son de un planeta y los hombres de otro, quizá haya dado lugar, como una secreta venganza masculina, a la banalización de la violación de la mujer al ser objeto de películas, novelas, investigaciones serias, sermones, etc., por lo que cuando se presentan monstruos reales con la peor conducta del machismo, esos eventos permanecen ignorados. Pero gracias a Dios la voz real de las mujeres violadas comienza a difundirse sin filtros para asombro de los que creíamos conocerlo todo, pues solamente los jueces penales que asumen los casos de violación tienen acceso a las descripciones dolorosas de las víctimas. Cuando el violador es persona de interés o prestigio social, las audiencias se hacen a puerta cerrada. También dan a conocer este crimen voces masculinas como la de Eduardo Mackenzie en su columna “Comunismo, pedofilia y otros crímenes sexuales” quien nos dice:

“La doctrina depravada según la cual los actos de pedofilia y tortura sexual y moral, los abortos forzados y salvajes, cometidos por jefes comunistas en Colombia, durante el llamado “conflicto”, no son castigables, o son castigables con las penas ridículas de la llamada “justicia de transición”, no es un error ni una invención de última hora de las FARC ni de esos magistrados. Es un acto consciente que tiene precedentes en la historia del comunismo y que busca ahora no solo garantizar la impunidad y el blanqueo de las FARC sino que pretende echar por tierra la ética y los valores morales de todo un país.”

La indignación me inundó cuando oí el audio “Lorena Murcia de la CORPORACIÓN ROSA BLANCA relata cómo “Timochenko”, “El Paisa”, “Calarcá”, “Lozada” y “Victoria Sandino”, entre otros, violaban a los niños y adultos secuestrados – Entrevista en ARAUCA ESTEREO” y vi que ese testimonio, al igual que muchos otros, había sido ignorado, o sepultado mediante una burocracia legalista, no sé si machista, y me pregunté sobre nuestra capacidad humana de verdaderamente asumir ese dolor como sociedad para protestar; o por qué quienes detectan el poder de la opinión no han querido hacerlo. Desde luego que hay castigo para los violadores, pero hay un tabú que impide saber cómo es realmente una violación, no desde la experiencia personal, su recuento, estudio, o condenación legal, sino desde el punto de vista de la destrucción del alma personal y social, porque las mujeres son violadas en cuerpo y alma, al igual que la sociedad. ¿O acaso no sabemos que la violación infantil o el abuso muchas veces conducen a la prostitución? ¿Y por qué es así? Porque somos seres humanos con una inmensa o pequeña capacidad de empatía; pero también capaces de herir a aquellos que creemos amar.

¿Y qué es el alma? Es lo que nos permite vivir el sentido profundo, hermoso y sagrado de lo creado y, por lo tanto, de nosotros mismos, porque participa de la naturaleza de Dios que nos hace realmente humanos. Lo vemos en la inocencia y permanente asombro feliz de los niños. Sin embargo nos hemos preguntado ¿qué les pasa, por ejemplo, a las mujeres y menores violados en las Farc? Tengamos en cuenta que cuando alguien abusa del cuerpo de otro,la víctima nunca puede escapar de su agresor, de la escena del crimen; siempre llevará el lugar donde ocurrió, las palabras y ofensas del violador, las falsas excusas, la humillación de ser un objeto; la vergüenza que seguramente tendrá que ocultar y la asociación dolorosa que hará cuando encuentre una persona que la quiera y respete, todo ello acompañado del dolor físico. El sufrimiento es de tal magnitud que muchas víctimas han deseado estar muertas en ese momento.

Y si un hombre ‘decente’ viola ¿por qué lo hace, cómo lo aprendió? Culturalmente; así haya o no tenido relaciones con prostitutas. Hasta hace poco las trabajadoras sexuales fueron consideradas como normalmente disponibles para los hombres, ya que siempre consintieron con el sexo y, por lo tanto se les consideró como mujeres imposibles de ser violadas. Sin embargo, con la ofensa culturalmente aceptada de que cualquiera pude ser un HP por el capricho de otra persona, nuestro origen está permanentemente mancillado. Además, esa ofensa, que es en realidad una maldición, y que superficialmente se usa a diario, nos puede condenar a devaluar todo lo que amamos o a aquella persona con la que sencillamente no estamos de acuerdo.

Pero no todo es tragedia. Cuando en el Reino Unido, Australia, Canadá y Nueva Zelanda, los hombres empezaron a ser enjuiciados y encarcelados por violación a trabajadoras sexuales ¿Qué fue lo que cambió? Algo muy importante para la dignidad humana: el respeto a consentir o disentir; así las trabajadoras sexuales se convirtieron en sujetos capaces de dar y negar consentimiento sexual, amparadas por la ley. Y no solamente eso, sino que últimamente se ha difundido el significado de la palabra, NO, en ese escenario de intercambio sexual. Porque no importa si la persona es una prostituta o una dama; "no" siempre significa "no". Incluso si inicialmente la mujer dice "sí", se le permite cambiar de opinión en CUALQUIER momento y decir "no."O si estaba borracha, dormida; o si es menor de edad o está incapacitada de alguna manera, siempre es un "no." Y eso va para todas las relaciones y situaciones porque antes de estar casados o solteros, de tener una condición o la otra como ser soldado, civil o guerrillero; de tener tal o cual preferencia sexual, o promiscuidad abierta o secreta; antes de todo eso, somos seres humanos con derecho a disentir y cambiar.

Entonces la pregunta obvia para los violadores y violadoras de adolescentes de las Farc sería: Si las prostitutas son respetadas ¿Qué se debe esperar de la moral revolucionaria que supuestamente busca un perfeccionamiento de la humanidad? Desde luego que esta es una pregunta tonta para quien está acostumbrado a mentir sobre el abuso de menores.

Pero las mujeres también son violadas cuando consientan en tener relaciones sexuales, sus parejas hacen videos sin su consentimiento, y los difunden en las redes. O cuando tienen ‘relaciones consentidas’ siendo menores de edad como justifican las Farc sus violaciones. En EE. UU esa conducta se llama ‘statutory rape’ y en Colombia abuso de menores; porque esa menor de edad, legalmente, no tiene derecho a consentir. Entonces las Farc al acceder sexualmente a menores, violan la ley, el sentido de dignidad social de todas las mujeres y hombres decentes amenazando con destruir el alma. Y si las prostitutas en los países civilizados son tratadas con dignidad por la ley, ¿en dónde o cómo estamos defendiendo los derechos de dignidad de las mujeres en nuestra cultura colombiana? ¿Somos conscientes de ello? Por lo tanto, me gustaría que las feministas responsables y pensantes, que no alborotan sino que enseñan, nos ilustraran sobre la cultura de la violación. Ya que no soy experto en el asunto, cito de Wikipedia:

“La cultura de la violación es un término usado para describir una cultura en la cual la violación es un problema social y cultural y es aceptada y normalizada debido a actitudes sociales sobre el género, el sexo y la sexualidad.

“Ejemplos de comportamientos comúnmente asociados con la cultura violación incluyen culpar a la víctima, cosificación sexual, la trivialización de la violación, negación de violación, o se niega en reconocer el daño de ciertas formas de violencia sexual que no se ajustan a determinados estereotipos de violación violenta. La cultura de la violación ha sido utilizada para modelar el comportamiento dentro de los grupos sociales, incluidos los casos de violación y las zonas de conflicto donde se utilizan las violaciones de guerra como guerra psicológica. Países enteros han sido también acusados de ser culturas de violación.

“La cultura de la violación se ha observado que se correlaciona con otros factores sociales y conductas. La investigación identifica la correlación entre los mitos de violación, la víctima y culpar a la trivialización de la violación con el aumento de la incidencia del racismo, la homofobia, la discriminación por edad, el clasismo, la intolerancia religiosa, y otras formas de discriminación.”

Entonces pregunto: si las ciencias sociales admiten que existe una cultura de la violación ¿por qué no se destinan recursos para investigar el origen y la cura de ese flagelo, así como se invierten fortunas en la investigación del cáncer? Seguramente porque el cáncer afecta el cuerpo de hombres y mujeres, pero la violación, si ocurre en mayor proporción contra las mujeres, su afectación queda en manos de psiquiatras.

Y esa cultura es tan obvia y aceptada que a los violadores se les amenaza con ser violados al ingresar a la cárcel; y tal amenaza se tolera cuando en las películas y la realidad sabemos lo que se les dice, y ellos lo saben. Es decir, el estado, la sociedad se vuelven cómplices de un posible delito, nada se hace y la sociedad considera que es normal que eso pase y se lo desea al violador como forma de castigo violento; es decir, venganza.

Sin embargo, cuando usted no es experto, ni ha querido saber del tema porque es tabú, difícil, peligroso, pero lee “What Rape Is Really Like—Unfiltered — Beyond The Interview” (Cómo es en realidad la violación, sin tapujos, Más allá de la entrevista) y se da cuenta de que casi no existen fuentes de información realista en la cultura hispanoamericana, empieza entonces a considerar profundamente el suplicio devastador de muchas mujeres de las Farc, se olvida de su condición política porque el sufrimiento es igual o peor para las mujeres por fuera de la guerra. Y no sé si por machismo jamás se menciona el suplicio de los hombres en las cárceles. ¿Será por eso que la motivación profunda para la impunidad de los jefes farianos es evitar que paguen el karma malo de violadores, siendo a su vez violados en las cárceles?

Porque indigna la crueldad casual de los jefes o compañeros que trataron a las mujeres de las Farc como objetos sin alma; y al ver hombres que pisotearon lo sagrado de esas personas porque creían que su voluntad de ‘macho’ armado les daba todos los derechos para escoger su vehículo de satisfacción diaria, pregunto: ¿Consentiremos con una cultura de complicidad machista contra las mujeres, ateniéndonos a lo que los políticos y jueces acuerden para no alborotar el avispero; o asumiremos una cultura de coraje? Y porque he notado que cada vez que se conoce una violación en la que los medios locales, nacionales e internacionales publican titulares llenos de indignación, se organizan protestas y las autoridades, políticos y medios se deshacen en promesas de castigo y denuncias , pero nada cambia para las mujeres o los menores abusados, me cuestiono: ¿Qué puedo hacer?

Por eso yo hablo de ello. Para evitar que violadores como Timochenko, El Paisa, Calarcá, Lozada, Victoria Sandino y otros, puedan ser premiados socialmente con la indiferencia o el olvido; o sean distinguidos políticamente con honores que no merecen; que puedan ser encarcelados o eliminados por un vengador, pero que siga la tolerancia de la horrible idea de que a las mujeres y menores hay que domarlos cultural y personalmente para que sean objetos de placer. Eso es una vergüenza infernal que puede seguir propagándose y hay que detener esa maldición; porque todos tenemos madres, hermanas, esposas, novias y ellas NO son objetos de uso sexual, sino seres en quienes la humanidad mora con más dignidad sencillamente porque son sagradas al llevar con dolor la vida en sus entrañas, a pesar de la superficialidad y engreimiento masculino.

Y, porque además, como hombres y personas morales tenemos la dignidad de jamás tolerar, ni imaginar que se pueda premiar semejante crimen de lesa humanidad. ¿Y en nombre de la paz debe aceptar la sociedad que un ‘honorable padre de la patria’ sea un violador? Ni por el chiras. Eso sentí y pensé cuando leí “Historias estremecedoras de las víctimas sexuales de las FARC” publicado por Semana el 7/25/2015 de las que extraigo los subtítulos de cada testimonio: “Violaron desde mi abuela de 70 años hasta mi sobrinita de 9”; “Yo escuchaba los gritos de mi hija”; “Por dos días abusaron de mí por turnos”; “Por lo que me hicieron perdí a mi bebé”; “Todo fue delante de mi compañero”; “La niña de 12 años quedó embarazada”; “Abusaron de mi mamá y la mataron”; “Me atacaron diez guerrilleros.”

Y como las historias anteriores son las de 875.437 mujeres víctimas de violencia sexual en142 municipios de Colombias entre 2010 y 2015.Es decir, cada hora, 16 mujeres fueron ultrajadas en el marco del conflicto armado. Esta cifra es el resultado de una encuesta realizada por Oxfam y el apoyo de 14 organizaciones de derechos humanos y mujeres de todo el país, quienes se pusieron a la tarea de visibilizar este tipo de flagelos, para acabar con la impunidad y exigir el derecho de estas mujeres a la verdad, justicia, reparación y no repetición. Esas mujeres sufrieron violación, prostitución forzada, embarazo forzado, aborto forzado, esterilización forzada, acoso sexual, servicios domésticos forzados, la regulación de su vida social mediante el uso de la fuerza o la amenaza armada. Es decir, que las historias de Timochenko & Cía sobre la ‘civilizada’ vida sexual de las mujeres de las Farc son miserables mentiras porque esa niñas, jóvenes o mujeres maduras conocían cuál era el proceder de sus compañeros con las civiles y con ellas, si se negaban a su lujuria.

Ahora bien, en nuestra sociedad, reconocemos que una violación, un acto de violencia sexual con muchas variedades y circunstancias puede ser lo peor que le puede pasar a una mujer; peor que una grave accidente automovilístico, un divorcio prolongado, la muerte de un ser querido. Se le equipara regularmente con ser asesinada y seguir viviendo porque en realidad se destruye su alma. Es lo más devastador de la vida. La víctima, hombre o mujer, nunca puede pasar de esa violación; solo pueden “aprender" a vivir con ‘eso’, como si fuera una ceguera abrupta, o una extremidad paralizada; un estigma inconfesable. Si no arruina a la persona, por lo menos la cambiará para siempre en el peor sentido. Esta es la única verdad permisible sobre la violación. Muchos piensan que no hay alternativas. Sin embargo, las hay: grupos de apoyo, psiquiatras, medicamentos, Dios; o todos juntos.

Ahora bien, para los y las que son VERDADERAMENTE CREYENTES y no han sufrido esta tragedia, les sugiero que pidan la gracia de ver a hombres y mujeres que no sean su pareja como HERMANOS Y HERMANAS EN CRISTO. Les aseguro que esa tentación del adulterio mental, donde todo comienza, y del que hablaba Jesús, desaparecerá (Mateo 5:28 “Pero yo os digo que todo el que mire a una mujer para codiciarla ya cometió adulterio con ella en su corazón.); porque de persistir, abre la puerta a un abismo de malicia e ingratitud en relación con la persona amada y otros. La falta de ese conocimiento es el que ha permitido la atrocidad de la violación en todas las guerras y en la vida cotidiana de los países. Es la peste de Satanás como uno de los métodos para destruir la humanidad. ¿Por qué digo todo lo anterior?

Hace años, mientras hacía una siesta, empecé a tener un sueño erótico que más bien parecía un ataque espiritual; por alguna razón tuve conciencia de estar despierto dentro del sueño y dije: “Líbrame de tentación.” De alguna parte salió un rayo y deshizo a ese ser. Aprendí desde entonces que la manera de percibir la oración en el plano material, como una repetición de palabras, es algo muy diferente a lo que ocurre en el ámbito espiritual cuando somos creyentes y que de manera increíble lo vemos en la vida diaria. Santa Faustina Kowalska dice lo siguiente en su Diario, Nº 137, página 93:

“La envoltura del cuerpo es la misma, pero el alma es otra; en ella mora Dios con toda su predilección. No un sentimiento, sino una realidad consciente a la que nada me puede ofuscar. Un gran misterio se entrelazó entre Dios y yo. El ánimo y la fuerza quedaron en mi alma. Al salir de la adoración, con serenidad miré a los ojos de todo lo que antes tanto temía.” Para quienes quieran repasar esta misma experiencia con otras palabras vayan al Salmo 23, una hermosa metáfora sobre Dios quien nos protege y ayuda en todas nuestras circunstancias. Cuando Jesús dijo: “El Reino de los cielos está dentro de vosotros”, se refería al alma que es lo que se destruye con la violación; nos advertía de cuidar esa realidad humana como lo más preciado de nuestra vida. Y hay que enseñárselo a quienes hayan sido violados, hombres y mujeres, sin jamás pactar con el enemigo. Por lo que digamos con el compositor y guitarrista español David del Puerto: “Cada mujer dañada, agredida, asesinada, es el testimonio mudo e indefenso de lo peor que encierra el ser humano: del triunfo de la fuerza bruta, ciega, salvaje, enferma, sobre cualquier sentimiento, sobre cualquier pensamiento, sobre todo lo que nos hace dignos. Gritemos ¡Basta!

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