Notre Dame y el yoga de las lágrimas

Formamos nuestros edificios; después ellos nos dan forma a nosotros. Churchill

Clopin: Muy de mañana despierta a París la canción de Notre Dame. Redoblan campanas por el Sena gris, suena el Son de Notre Dame. Sus campanas que a veces son truenos y otras veces parecen cristal. Y siempre será el alma de la ciudad su canción. El Son de Notre Dame.

La película de Disney: El jorobado de Notre Dame

Si logramos reconstruir física y espiritualmente el significado de Notre Dame, la catedral nos reconstruirá a nosotros, porque la confianza en cualquier relación con la divinidad es la concordancia entre lo que esa divinidad ha querido revelarnos y un profundo sentir personal intransferible, un secreto esperanzador que a veces las lágrimas nos recuerda cuando creemos haber perdido la confianza en Dios. Y de pronto vemos una ‘coincidencia significativa universal’ sobre algo que nos unió, que echamos de menos y no sabemos por qué. Lo de Notre Dame es un campanazo que ya no se oirá sobre la apostasía de Europa y la fe cristiana, cuando fue un continente que dio origen y lideró la civilización occidental, pues nos acostumbramos a vivir sin Dios.

Por eso Miguel de Unamuno nos hablaba de un inevitable sentimiento trágico de la vida, como parte de la agonía del cristianismo, pero también de la dignidad humana en medio del sufrimiento. Isaías 50: 7 nos profetizaba la dignidad de Jesús en la cruz: “El Señor es quien me ayuda: por eso no me hieren los insultos; por eso me mantengo firme como una roca, pues sé que no quedaré en ridículo.” Una dignidad que el creyente europeo lleva a cuesta cuando pasa frente a las iglesias vacías, o las que las autoridades francesas prefieren demoler para construir centros comerciales, tiendas, edificios de apartamentos. Por ahí algún imbécil se atrevió a decir si valía la pena reconstruir el monumento. Que se lo pregunten a los londinenses que reconstruyeron, para ejemplo de todos, los edificios destruidos por los bombardeos de Hitler. Y los reconstruyeron exactamente como estaban en 1941.

Así, como una trágica extensión confirmatoria de ese vacío cultural ABC internacional reporta la profanación de una docena de iglesias en Francia en las últimas semanas llevadas acabo por vándalos y satanistas; y la Iglesia guarda silencio. Por eso lloramos ante la impiedad y cierta estupidez.

Cuando vi encendida ‘la aguja’ de Notre Dame, símbolo de acceso a la trascendencia, pensé en las Torres Gemelas, monumento del poder terrenal y político; ambos símbolos en fuego por un ‘accidente’ el uno; y por una malvada premeditación el otro. De las Torres Gemelas conocemos los hechos y teorías; de Notre Dame vemos el silencioso testimonio del desconocido ‘yoga de las lágrimas’ de los que cantaban el Ave María frente al incendio, sobrepasado mediáticamente por los lamentos culturales, el significado mundial de la catedral, las colectas para la reconstrucción, quién manejará la plata. ¿Pero quién habla del extinguido ‘camino espiritual’ de la secreta enseñanza de sus símbolos y arquitectura del que se ocuparon alquimistas como Fulcanelli en su libro “El secreto de las catedrales” o en “Las moradas filosofales.”? ¿Quién comenta sobre el fuego infernal enfrentado por los bomberos para salvar lo sagrado? Y lloramos al ver el desprecio de lo que no se conoce, pues alguien pregunta si vale la pena reconstruir la catedral.

¿Qué significan los símbolos alquimistas de la búsqueda espiritual en medio del gran monumento de la cristiandad? ¿Qué nos recuerda la protección del ‘atanor’ y la fuente misteriosa al pie del viejo roble en el ‘Pórtico del Juicio’ de la catedral? Si bien la ‘piedra filosofal’ se la considera un mito, no deja de ser interesante que siendo la alquimia una práctica protocientífica, el querer combinar la disciplina filosófica con elementos de ciencias como la física y la química, con el misticismo y el arte, entre otros, buscaban esos soñadores lo que nuestra actual civilización anhela como algo imposible: mezclar la ciencia con la espiritualidad para así transmutar la sociedad. Si quien poseyera ‘la piedra filosofal’ podría ser inmortal y transformar los burdos metales en oro, llevado por la ambición humana. Si Cristo demostró que era posible mediante la palabra de fe hacer la transformación que llaman milagros ¿No es acaso la eucaristía que cambia el pan y vino en sangre y carne divina por la intervención de Dios, la piedra filosofal alquímica hecha hombre, para salud de las almas? Es una alquimia que vemos, pero no aceptamos, porque no entendemos la posibilidad de otras realidades además de la materia. Esa alquimia de la edad media está en muchas de las catedrales europeas. Por lo que lloramos al contemplar la ceguera espiritual contemporánea. Dice la leyenda que ‘la piedra filosofal’ está escondida en Notre Dame.

De ahí que dijera el último alquimista conocido, Eugène Canseliet, en julio de 1964, en pleno Concilio Vaticano II, (1959-1965) lo que sigue: “Ved ahora lo más grave: mientras la francmasonería busca continuamente la palabra perdida (verbum dimissum, un símbolo del poder espiritual y creador), la Iglesia Universal, katholiké, que posee este Verbo, está en camino de abandonarlo en el ecumenismo del diablo. Nada favorece tanto a esta falta imperdonable como la temerosa obediencia del clero, tan a menudo ignorante, al falaz impulso, que se dice progresivo, de fuerzas ocultas que sólo se proponen destruir la obra de Pedro. El ritual mágico de la misa latina, profundamente trastornado, ha perdido su valor y, actualmente, marcha de acuerdo con el sombrero flexible y el traje de calle que adoptan los clérigos, felices con el disfraz, en prometedora etapa hacia la abolición del celibato filosófico…”(Fuente: El misterio de las catedrales, pág. 35. Plaza & Janes, 1967.) Juzgue usted la sabiduría del alquimista al ver la actual condición de la iglesia predicha hace 55 años y el ‘pago’ del aggiornamento o la ‘actualización’ con el mundo.

Por otra parte, Víctor Hugo, quizás el más famoso y recordado de los escritores franceses, ha estado desde el momento del incendio en la memoria de todos los que vimos “El jorobado de Nuestra Señora de París” en película y la adaptación de Disney. También pensamos en el símbolo del amor imposible entre Quasimodo, un hombre físicamente feo pero de un gran corazón sensible, con su bella dama, Esmeralda. Ahí se quemaron nuestros sueños secretos de adolescente y lloramos en silencio por el amor platónico a la reina de belleza de turno.

Además, no solo su novela homónima, publicada en 1831, fue esencial en la restauración del edificio en 1844, sino que Víctor Hugo participó activamente, a instancias de las ‘revelaciones’ de un trabajador jorobado (¿Quasimodo?), sino que esa novela según Il Mesaggero, contenía una "terrible profecía", que cita Le Soir, en el que se describe un incendio en la parte superior del edificio:

“Tous les yeux s’étaient levés vers le haut de l’église. Ce qu’ils voyaient était extraordinaire. Sur le sommet de la galerie la plus élevée, plus haut que la rosace centrale, il y avait une grande flamme qui montait entre les deux clochers avec des tourbillons d’étincelles, une grande flamme désordonnée et furieuse dont le vent emportait par moments un lambeau dans la fumée.”

(Todos los ojos se habían elevado a la cima de la iglesia. Lo que veían era increíble. En la parte superior de la galería más alta, más alta que el rosetón central, había una gran llama que se elevaba entre las dos agujas con torbellinos de chispas, una llama grande, desordenada y furiosa, cuyo viento ocasionalmente arrastraba algún desecho en el humo.”)

De igual forma en 1924 tuvo una premonición de la tragedia el pintor Gustave Freipont en su pintura ‘Premonición’. Así cuando se destruye un símbolo sagrado, algo en nosotros también se muere: una bella, profunda y verdadera esperanza; no la falsa esperanza mundana que a veces se convierte en una bestia poderosa y feroz porque no hay confianza, como pasa con la inutilidad de muchas cosas, decisiones y relaciones políticas.

Cuando usted oye en una misa, como las que se celebraban en Notre Dame, “Este es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo,” seguramente recordará el símbolo judío del sacrificio para aplacar la ira de Dios. Pero Cristo el Cordero, además de representar un símbolo y una espiritualidad, también es la realidad concreta de una civilización; y el ‘pecado’, además del sufrimiento moral que conlleva, significa también la lucha y las equivocaciones de los avatares humanos para superar nuestras limitaciones. Notre Dame es símbolo de eso y su lucha por restaurarla, seguramente ganará sobre los innovadores de 1844 que querían ‘mejorarla’ y hacerla más gótica. Víctor Hugo defendió la originalidad primaria del monumento. Y lloró de alegría cuando lo vio.

Por otra parte, si la ‘piedra filosofal’ de la alquimia es un misterioso poder relacionado con el mito, en política esa ‘piedra filosofal’ es la confianza: un sentimiento individual y cultural que no es fácil de obtener, ni de manejar, porque ha sido destruido y, como decía Maquiavelo, “en general los hombres juzgan más por los ojos que por la inteligencia, pues todos pueden ver, pero pocos comprenden lo que ven.” Además de lo que decía Maquiavelo, Blaise Pascal afirmaba, porque era sabio y no político, que “el corazón tiene razones que la razón desconoce” refiriéndose a una penetración intuitiva de la realidad. En este caso ¿qué significa la destrucción ‘accidental’ de Notre Dame para la civilización occidental, si una vez fue símbolo de lo mejor del cristianismo? Y lloramos también por Francia que una vez fue la niña de los ojos del Padre Eterno.

Quizá por eso decía Platón al hablar de política en La República que la sociedad no debería ser conducida por la ley del más fuerte (tiranía), ni por los más ricos (plutocracia), ni por las creencias populares (populismo democrático), pues las masas, por ignorantes de lo que debe ser un gobierno de calidad, y poco inteligentes, suelen ser incapaces de auto gobernarse o de elegir supuestos "representantes."Proponía Platón el gobierno de los sabios; es decir, los que de verdad saben. Hoy en día los llamamos expertos, pero no es la misma sabiduría de la que hablaba Platón.

Los sabios de Platón serían hoy los politólogos con sus habilidades para recomendar el manejo de la política. ¿Pero son los politólogos realmente sabios en el más profundo y universal sentido clásico, o más bien unos tecnócratas? Y lloramos por esa condición de la sociedad actual sin verdaderos sabios que guíen.

Como no los tenemos dirigiendo la sociedad, no nos damos cuenta de la degeneración de la democracia y lo más querido de ella; por ejemplo la tiranía debatida de los narcomilitares venezolanos que la llaman los especialistas oclocracia, o gobierno de la muchedumbre, que liderada por la ignorancia o cierta conveniencia de ‘los de arriba’, a nivel nacional o internacional, desemboca en el gobierno de las bandas o paramilitares chavistas, o la revuelta permanente como forma de presión política como nos amenaza Petro en Colombia. Se destruye un país, como una catedral de renombre mundial, y solo produce noticias. Esa realidad espiritual y política la describió de manera magistral José Ortega y Gasset en su clásico libro “La rebelión de las masas”, publicado en 1928, pero plenamente vigente en la actualidad. ¿Pero qué es la confianza social y política en el siglo 21? No lo sabemos y por eso lloramos.

Sin embargo intentemos comprender con los diferentes teóricos de la escuela del capital social quienes plantean que la confianza social (social trust) es el elemento central de un complejo círculo virtuoso en el cual un conjunto de actitudes, como la mutualidad, la reciprocidad y la confianza, se asocian con la participación social y la implicación en asuntos comunitarios y cívicos los que contribuyen a construir las instituciones sociales y políticas necesarias para un gobierno democrático y eficiente. La reconstrucción de Notre Dame bien podría ser una misericordiosa pedagogía de Dios para mostrarnos que también hay necesidad de ‘reconstruir’ la sacralidad del ser humano en la sociedad.

Porque en su prolongada búsqueda espiritual el ser humano ha ido descubriendo diferentes caminos para su realización, como son los diferentes yogas dirigidos al dominio interior y físico; la búsqueda científica para aliviar el sufrimiento, mejorar el mundo físico e intelectual. El arte que nos proporciona la experiencia realizadora de la belleza que busca lo eterno; la cultura y la educación que nos hacen trascender, etc.; o la religión que nos abre un umbral de esperanzas ante lo desconocido y nos advierte sobre el rigor de la justicia, el premio y el castigo.

Con todo lo anterior, un sabio del siglo 21 sería una especie de santo especializado en los diferentes avatares humanos, pero con ese toque especial de llegar profundamente a los otros, sanándolos al sentirse acogidos y amados, sin esperar nada a cambio. Ese ‘santo’ puede ser el médico, la empleada de la casa, un chofer, un filósofo o científico de alcurnia, uno de los padres, un amigo, tu pareja y hasta tu amada mascota que entiende tu sufrimiento y no juzga. Cuando menos lo esperamos surge la luz que guía. Así se cumple la omnipresencia de Dios en los avatares humanos. Uno de esos sabios es mi confesor, un amigo y mentor, con quien comparto un camino de búsqueda. Y hablo de mi amigo principalmente por una razón: Notre Dame. Con la tragedia se ha hablado de la hermosa catedral como símbolo cultural, ícono de la arquitectura; pero nadie nos recuerda por qué es monumento espiritual del cristianismo en occidente, cuyos pasos han sido olvidados. Mi amigo llama al cristianismo ‘el yoga de las lágrimas’ porque Pedro lloró toda la vida su traición a Jesús, que no fue solamente la traición del amigo, sino la traición a la gran obra a la que todos estamos llamados; una traición por debilidad de la carne.

PRIMER PASO INDISPENSABLE DEL CRISTIANISMO. Arrepentimiento. El verdadero arrepentimiento deja como resultado una sensación de limpieza espiritual, Me dijo mi amigo. Uno se siente amado y aceptado por Dios; esa es la verdadera alegría cristiana. Así como nos bañamos el cuerpo al iniciar el día para librarlo de impurezas, ¿nos han enseñado a bañar el alma? No. Sin embargo hay múltiples referencias en los libros sagrados.

Veamos el ejemplo cristiano de mi amigo. Es un hombre bueno, dedicado, cumplidor de sus obligaciones que hoy es sacerdote. Sin embargo sentía que algo no andaba bien con Dios, a pesar de que oficiaba misa; y era y es un gran devoto. (Algo similar le pasó a Martín Lutero quien vivió atormentado por su conciencia de inadecuación frente a Dios) En una Semana Santa, mirando la imagen del crucificado, imaginando su terrible sufrimiento, mi amigo tuvo conciencia de que ese dolor era causado por SUS PECADOS PERSONALES, olvidados, negados, justificados, no confesados porque no eran entendidos, etc. La Pasión y muerte de Jesús dejó de ser un ritual y se convirtió en una realidad dolorosa y aterradora que entendió al tener conciencia de la ofensa a Dios que era la razón de su sentimiento de separación del Padre. Lloró amargamente y así fue a confesarse. No pudo dar la lista tradicional de pecados. Todos eran uno: la ofensa a Dios, su desprecio, su asesinato simbólico (en cuanto a lo histórico), pero el real martirio de haber matado algo precioso en su alma. Ese amigo me enseñó que en mi búsqueda tenía que pasar por lo que él denomina ‘el yoga de las lágrimas’ que es permanente, no solo para él, sino en toda la humanidad y es lo que la impulsa a buscar la paz, el progreso, las soluciones. A pesar de lo anterior, mi amigo me habló, en su experiencia, de:

EL PODER DE LA FE SENCILLA. Descubrió que no tiene nada que ver con lo convencional de las diferentes ‘fes’ religiosas; o la portentosa fe de Jesús. Más bien es una convicción inocente, tímida, como la del que ha sido perdonado y sabe que no es merecedor, pero busca tener un corazón abierto que no teme en confiar en lo mejor de Dios, su misericordia; y por lo tanto, puede ir más allá de lo conocido, sin miedo. Percibe la posibilidad de la trascendencia, que aquello que parece ser, no es todo lo que hay. Esa fe siente que hay una posibilidad humana profunda de ser realizada, aunque no sea inmediatamente aparente. Esa fe, me dice, cuando me confieso con él, la enseña el amor. Ama y haz siempre el bien, me pone de penitencia.

EL PODER DEL ESFUERZO. Mi amigo me ha contado en una de sus charlas que el esfuerzo correcto lo aprendió de los animales que cuidan su cría; la vaca que está pastando, pero no descuida su ternero. O la feroz tigresa que vive alerta y se enfrenta al cazador que merodea. Pero nosotros los humanos divagamos y no sabemos lo que está ocurriendo en cada momento. Divagamos con el celular en medio de la calle y nos mata un carro porque no hemos aprendido a mantener la conciencia presente en lo que hacemos. Si lo hiciéramos ¿pecaríamos tan fácilmente como lo hacemos? El esfuerzo correcto es hacer el bien sin esfuerzo; porque el esfuerzo incorrecto nos conduce a aferrarnos al prejuicio, el dinero, el sexo equivocado, etc. Por eso el esfuerzo equivocado nos hace sufrir.

EL OTRO PODER ES LA ATENCIÓN PLENA QUE APRENDIÓ EN LAS CLASES DE YOGA DURANTE SU ESTANCIA EN LA INDIA. Me dijo: Yo podría darte una indicación sencilla para enseñar la atención plena. Aprende de las madres gestantes: observan y conocen a su bebé con la conciencia de lo que se siente en su vientre; no especulan, experimentan cariñosamente. Es una observación concentrada en la fe y el amor que conoce más allá de lo que se observa y siente. Por eso las madres saben leer a sus hijos mejor que nadie; se vuelve genético e intuitivo. Es el único factor de la mente del que nunca podemos tener demasiado. Pero me pregunta mi amigo: ¿Podemos amar a la humanidad como lo hace una madre? Y ejemplifica con la Santísima Virgen María. La atención plena, continúa, es el poder de observación de la mente, el aspecto activo de la conciencia. La atención plena significa no olvidar, prestar atención, estar enterado de lo que está sucediendo dentro de nosotros, a nuestro alrededor, de momento a momento. Es un proceso muy sutil. Y saltando a la política, que es una preocupación común, me preguntó una vez: ¿Ves tú que alguno de los políticos de renombre, presidenciables o no, tiene atención plena para explicarnos lo que pasa en el país sin fanatismos y que tenga una vivencia superior de convicción de que realmente vive y comprende lo que dice? Me quedé callado para no embarrarla.

EL CUARTO PODER ESPIRITUAL ES LA CONCENTRACIÓN, me explica mi amigo iniciado. La concentración surge naturalmente del esfuerzo por estar atentos. La concentración mantiene la atención fija sobre cualquier objeto que la atención plena esté notando. A medida que la atención se mueve de, digamos, la respiración a un sonido, la concentración se mueve con ella, y nuevamente mantiene la atención enfocada y estable. En cada caso, dura solo un momento, porque la mente se mueve muy rápido, se distrae. Pero comienza de nuevo en el siguiente momento, con la misma intensidad. Ese es mi esfuerzo permanente con el rosario, profundizando en los misterios, me dice, y calla por un largo tiempo. Yo espero con respeto. No sé si algo busca por comprender en la conversación que tenemos.

EL QUINTO Y ÚLTIMO PODER ES LA SABIDURÍA. Es una inspiración continua para el trabajo QUE NOS TOQUE HACER. La sabiduría no es conocimiento. No se puede aprender de los libros, ya que es una comprensión intuitiva que surge de la observación cercana de la experiencia. Es una percepción de la realidad, la naturaleza de las cosas tal como son. Desde luego que esta sabiduría no es nuestra, sino que es una gracia que viene de Dios porque los confesores la necesitamos para guía de las almas que confían en el sacramento.

A medida que la fe sencilla, el esfuerzo, la atención plena, la concentración y la sabiduría limpian las puertas de la percepción, nuestras vidas comienzan a cambiar. No nos aferramos tanto, y hacemos menos exigencias a la existencia. El corazón se abre más a medida que aprende que no hay nada que perder en el mundo de la impermanencia. Nos volvemos menos egoístas, y nos dirigimos a las necesidades de los demás como si fueran nuestras. Gradualmente, el delicado arte de amar sin poseer se vuelve evidente: el arte de cuidar, pero no de preocuparse. Existe un creciente sentido de similitud, de unidad, de comunión con todos, lo que significa cada vez más que la única respuesta posible es la preocupación y el cuidado de todos.

Es en la comprensión profunda del sufrimiento que la compasión llega a su plenitud. Para cuando el corazón / mente ya no se sujeta a nada, está completamente abierto. No hay egocentrismo y, por lo tanto, no hay separación. No yo, no tú. El amor, entonces, es ilimitado, y responde sin cesar.

Al meditar sobre las palabras de mi ya anciano amigo y sacerdote que espera el llamado de Dios y ver en Notre Dame el símbolo de la destrucción de lo sagrado, al contemplar la plétora de buenos líderes en mi patria y el mundo, con la mejor de las intenciones humanistas pero sin Dios, pienso en la inmensa misericordia que enseña a través del sufrimiento, lo que mi amigo llama ‘el yoga de las lágrimas’ y me pregunto si el rostro del crucificado que Unamuno recitaba para sí en la soledad, tiene en el siglo 21 algún significado. Recordemos el tesoro que engendró Nuestra Señora en Belén y en las lágrimas del Calvario y que el viejo sabio de la generación del 98, Miguel de Unamuno, nos legó en su hermoso libro de poesía “El Cristo de Velásquez.” He escrito sobre la tragedia con el lenguaje de la racionalidad. Ahora ensayo el lenguaje del sentimiento, la ‘razón del corazón’ que desconoce la otra razón de la que hablaba Pascal y que le da vida a lo que escribimos.

¿En qué piensas Tú, muerto, Cristo mío? / ¿Por qué ese velo de cerrada noche de tu abundosa cabellera negra / de nazareno cae sobre tu frente? / Miras dentro de Ti, donde está el reino / de Dios, dentro de Ti, donde alborea el sol eterno de las almas vivas. / Blanco tu cuerpo está como el espejo del padre de la luz, del sol vivífico; / blanco tu cuerpo al modo de la luna que muerta ronda en torno de su madre / nuestra cansada vagabunda tierra; blanco tu cuerpo está como la hostia / del cielo de la noche soberana, de ese cielo tan negro como el velo / de tu abundosa cabellera negra de nazareno.

Que eres Cristo, el único / Hombre que sucumbió de pleno grado, triunfador de la muerte, que a la vida / por Ti quedó encumbrada. Desde entonces / por Ti nos vivifica esta tu muerte, / por Ti la muerte se ha hecho nuestra madre, / por Ti la muerte es el amparo dulce / que azucara amargores de la vida; / por Ti, el Hombre muerto que no muere, / blanco cual luna de la noche. Es sueño, / Cristo, la vida, y es la muerte vela. / Mientras la tierra sueña solitaria, / vela la blanca luna; vela el Hombre / desde su cruz, mientras los hombres sueñan; / vela el Hombre sin sangre, el Hombre blanco como la luna de la noche negra; / vela el Hombre que dio toda su sangre porque las gentes sepan que son hombres. / Tú salvaste a la muerte. Abres tus brazos / a la noche, que es negra y muy hermosa, / porque el sol de la vida la ha mirado / con sus ojos de fuego: que a la noche / morena la hizo el sol y tan hermosa.

Y es hermosa la luna solitaria, / la blanca luna en la estrellada noche / negra cual la abundosa cabellera / negra del nazareno. Blanca luna / como el cuerpo del Hombre en cruz, espejo / del sol de la vida, del que nunca muere.

Los rayos, Maestro, de tu suave lumbre / nos guían en la noche de este mundo, / ungiéndonos con la esperanza recia / de un día eterno. Noche cariñosa / ¡oh noche, madre de los blandos sueños, / madre de la esperanza, dulce Noche, / noche oscura del alma, eres nodriza / de la esperanza en Cristo Salvador!

Y Occidente llora porque no sabe que aunque le rece al Nazareno todos los días, en realidad lo hemos olvidado porque no amamos ni perdonamos como sociedad, al igual que Colombia. Pero Él no nos olvida y nos sostiene en nuestra búsqueda solitaria y esperanzada. Ojalá que la alquimia de las lágrimas de Miguel de Unamuno al ver a su querida España errabunda en la impiedad de aquella época prerrevolucionaria, nos enseñe algo.

Recuerdo hace muchos años que al respaldo de un edificio antes de llegar a la calle 60 con carrera 7, alguien puso un inmenso mural con el Cristo de Velásquez para meditación de los viajeros que se desplazaban de sur a norte. Nadie supo cómo llegó esa hermosa obra de arte al espacio público y cómo desapareció sin que nadie supiera nada. Un símbolo de la muerte silenciosa de la Verdad Eterna. Que Dios nos guarde.

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