La “dignidad” de la Corte Constitucional

“La vaguedad del criterio jurisprudencial”

Tengo la leve impresión de que las masas lo sospechan, pero no lo entienden y aún menos lo reconocen. Saben que algo muy profundo ha cambiado, pero no saben bien de qué se trata. Les sustituyeron la Constitución Política en la Habana y les desconocieron el resultado del 2 de octubre de 2016 con cambio electoral de las reglas de juego y un inconstitucional fast track. Empiezan a entender que ellos no mandan a pesar de que ya empezaban a hacer conciencia de que eran el poder constituyente primario en una democracia participativa.

Se huelen, de manera un tanto más acertada, que el Congreso tampoco manda y con la proliferación de las noticias, se han dado cuenta que Colombia dejó de ser un país presidencialista. ¿Quién manda? ¿Quién detenta la última palabra en estos pagos? La respuesta, a si muchos no la logren ver y otros no lo quieran reconocer, es la misma: La justicia.

Y es la justicia constitucional la que resalta entre todas ellas. En cabeza de la Corte Constitucional se posa todo el poder político; bueno, el realmente importante, si se quiere matizar la cosa. Por eso ensayos académicos como el de los profesores Fabricio Mantilla y Tatiana Oñate titulados “La dignidad de la Corte Constitucional” es tan esclarecedora y tan vigente.

La Corte decide por encima y, si es del caso, en contra de la ley y del debate político que la configuración de la ella supone. La Corte decide contra el mismo texto constitucional. La Corte legisla por lo negativo tumbando leyes a su juicio inconstitucionales y por lo positivo, creando verdadera fuente de derecho. La Corte, además, crea políticas públicas sin tener competencia para ello y define monumentales erogaciones presupuestales sin que el país tenga con qué pagarlas.

Y todo ello lo hace con base en conceptos tan genéricos, equívocos y vagos como el concepto de dignidad humana. Lo que hicieron estos profesores, entonces, fue poner en evidencia tanto la vaguedad del criterio jurisprudencial utilizado por la Corte como su evidente contradicción para desenmascarar el halo político y doctrinario de sus fallos, curiosamente de tinte socialista, según se descubre en el texto mismo de sus providencias.

En palabras de los propios autores, “el lenguaje de los “derechos a…” (asumida por la Corte con base en la Dignidad Humana), favorece la radicalización de las posiciones; oculta los verdaderos intereses en juego; sustrae el debate político del conocimiento del órgano que constitucionalmente debe resolverlos (Congreso o pueblo) y favorece las reivindicaciones individuales narcisistas por encima de las colectivas”

Los dejo con ese demoledor juicio que contra la Corte hace la Academia para antojarlos a que lean el libro y, además, para iluminar en algo la discusión política de fondo.

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