Libre desarrollo del caos

Colombia, yo creo, es el último país del mundo con derecho a garantizar el libre consumo de droga. Es un despropósito. En este país no se ha hecho más, en las últimas décadas que luchar contra ese flagelo que nos ha traído muerte, guerra, terrorismo y una pésima reputación internacional. La nacionalidad colombiana, injustamente, no es precisamente de las más respetadas internacionalmente. Y no lo es gracias a esa fama que tenemos de malandros, de traquetos, de tramposos, de los principales exportadores de droga del mundo. Ya lo dijo Trump, no es que lo esté inventando yo, ni tampoco soy un Vallejo.

Yo amo Colombia. Por esa razón, resulta para mí inaceptable esa tenebrosa dualidad. Por un lado, luchamos, ponemos la sangre para evitar que llegue droga al mundo entero -que además nos reclama que no le mandemos más droga, que no matemos a sus sociedades- y por el otro lado, los grandes juristas concluyen – tal vez de estudiar tanto han enloquecido- que hay que permitir el consumo de droga en espacios libres. Entiéndase no solo parques sino en cualquier espacio libre.

Y han llegado a esa terrible conclusión en aras de defender un derecho que se inventaron en 1991 y que ha dado para todo, y es el libre desarrollo de la personalidad. Pasando por encima de principios elementales como lo es el que mi derecho termina dónde comienza el derecho del otro. Pasando por encima de artículos de la misma Constitución política -que tienen la obligación de garantizar estos juristas inteligentísimos- como son los derechos de los niños. Esta vez tampoco les importó. Como no les importó ponerle palos en la rueda al gobierno para que no pudiera arrasar con la mata de coca como debe ser. ¿Cuál es la idea, señores garantes de la constitución? ¿Hacia dónde nos llevan?

Como muy bien lo dijo el presidente Duque, el derecho al libre desarrollo de la personalidad no puede llevarnos al libre desarrollo de la drogadicción ni al libre desarrollo de los jíbaros y agregaría: al libre desarrollo del caos…

No se dieron cuenta esas mentes superiores que se llevaron por delante los derechos de todos a vivir en un ambiente sano y sobre todo los de los niños. Pues dando vía libre a meter droga en los espacios públicos pueden inducir a la niñez a la drogadicción y sus consecuencias. Resulta paradójico que esté prohibido fumar cigarrillo en muchos espacios públicos “libres de humo” pero que esos mismos espacios si puedan estar llenos de vicio. ¿No?

Su personalidad la pueden desarrollar libremente en sus propias casas. Allá pueden meter lo que quieran, pero entiendan que no pueden afectar el libre desarrollo de la personalidad de otros, afortunadamente la mayoría, que no queremos vivir entre la droga por un tema de sensatez, valores y convicción propia.

Muy preocupante además que las decisiones que toman los garantes de la Constitución resultan favorables al narcotráfico.

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