Ante el afán de ser reelegido, el presidente Santos entregó la dignidad de la Patria y los Colombianos de bien, a las Farc, cayendo en la trampa ideológica que se gestaba por el grupo guerrillero: fortalecerse política y militarmente, adquirir moderno equipo bélico, retomar posiciones perdidas, patrocinar e infiltrar paros, a la vez que aparecer como paladines del cambio social, de las estructuras del Estado Colombiano, es decir cambiar un sistema presidencialista y un Estado social de derecho por un Estado totalitarista, por la dictadura del proletariado, como Venezuela, Cuba y Nicaragua, cuyos modelos se reflejan en la pobreza y miseria de su pueblo, que es cierto, existe en Colombia, pero que con ese nuevo esquema su situación sería peor.
Se restringirían los derechos fundamentales y las garantías individuales, desabastecimiento de alimentos, paranoia y persecución del Estado hacia la oposición con Policía secreta, cachiporra y pistola, la delación sería un medio de subsistencia, la libertad de prensa y expresión, sería aniquilada. Todo acuerdo que se dé en La Habana, será mirado como un logro de la guerrilla. Ello les permitirá a futuro continuar con su accionar delictivo. Como decía Fiódor Mijáilovich Dostoyevski: “El demonio puede citar las sagradas Escrituras para cumplir sus propios propósitos”
En sus últimas declaraciones ante el diario “El País” Andrés París líder guerrillero manifestó: “Las armas representan la consecuencia revolucionaria”, “su entrega es un acto de traición a los ideales de cambio”. “Las armas deben estar a discreción del cumplimiento de los acuerdos”.
Como si fuera poco, no todos los guerrilleros se desmovilizarán, en un juego hipócrita se creará el grupo político a la luz pública y su nacimiento a la civilidad, pero su brazo armado y apoyo militar continuará en las selvas, cabe preguntarnos ¿Si son nobles y ciertas las promesas de las Farc, de desmovilizarse, por qué han incrementado su compra de equipo militar?